Victorino Planells, frente al estanco y el piso en el que nació. | Toni Planells

Victorino Planells (La Marina, 1949) nació en el mismo estanco en el que atiende la conversación con Periódico de Ibiza y Formentera. Su biografía va inevitablemente ligada a la de su padre, un auténtico impulsor de la música en Ibiza durante el siglo XX que estuvo al frente de la Banda Municipal durante cuatro décadas.

—¿Dónde nació usted?
—Nací en La Marina, en el piso de encima del estanco de mis padres, Victorino y Antonia.

—¿Fundaron sus padres el estanco?
—No, lo fundó mi abuela paterna. Vivían en Barcelona, ya que mi abuelo era oficial de Correos. En 1918, ‘el año de la gripe’, cuando mi padre tenía solo ocho años, mi abuelo murió de esa enfermedad justo cuando estaba terminando la epidemia. Mi abuela se quedó viuda con dos niños y decidió volver a Ibiza. Aquí, como viuda de un funcionario del Estado, le dieron el estanco en 1924, que al principio estaba en lo que hoy es ella calle del Mar, detrás de Sant Elm. Diez años más tarde se movieron donde todavía seguimos a día de hoy, casi 100 años y cuatro generaciones después.

—¿Creció usted en el estanco?
—Así es. Desde bien pequeño acompañaba al transportista a cargar las cajas de tabaco en el camión en Bartolomé Rosselló, donde estaban los almacenes de tabaco. Entonces se fumaba más tabaco negro que rubio, había más de 12 marcas distintas de Canarias (Águila, Rumbo, Mercey, Álvaro…). Ahora solo queda el Ducados. Aparte de llevar el estanco, mi padre era el director de la Banda Municipal y profesor de piano y daba las clases en el mismo comedor de casa, que, a la vez, era el estanco. Preparaba a muchos maestros, a quienes les exigían conocimientos de música. Era tan bueno que cuando sus alumnos iban a examinarse a Palma allí la profesora, Doña Marina, les preguntaba quién les había preparado, solo con decirles el nombre de mi padre, prácticamente les daban el aprobado directamente. Ya sabía que los alumnos de mi padre estaban preparados.

—¿Cómo aprendió música su padre?
—Aunque se examinó de la carrera de piano en el Conservatorio de Valencia y le dio algunas clases don Enrique Mayans, él siempre fue bastante autodidacta. Cuando era joven ya había tocado en la Banda y estuvo en Madrid haciendo la oposición para convertirse después él en el director. Lo fue durante unos 40 años. La banda tocaba todos los domingos bajo la estatua de Vara de Rey, menos los días que hacía viento, que nos refugiábamos en la acera, donde estaba Can Toni de Sa Vinya, el bar Truy o Can Alfredo. El día de Santa María estábamos a las ocho de la mañana en la Plaza de la Catedral para hacer un pasacalles por toda la ciudad. Si es que tocábamos en todos los acontecimientos: la cabalgata de Reyes, Año Nuevo… En Semana Santa mi padre iba delante de mí y de mi amigo Alejandro tocando el tambor. El día de Sant Ciriaco, para la ‘berenada’ partíamos de debajo del ‘Rastrillo’ para ir tocando hasta s’alameda. Una vez allí, cada uno iba por su cuenta hasta Los Molinos y, una vez allí, dábamos otro concierto. Al terminar, hacíamos otro pasacalles por toda la ciudad. Todo el mundo nos rodeaba y nos acompañaba, bailando y saltando, durante todo el recorrido. Disfrutábamos mucho. Esto duró hasta agosto de 1980, cuando muy a su pesar, mi padre se jubiló con 70 años.

—¿Aprendió usted música con su padre?
—Aprendí un poco, sí, pero nunca tuve la afición que tenía mi padre. Yo estuve en la banda tocando la trompa, ¡que no es lo mismo que ‘ir trompa’, ¿eh?! (ríe).También canté mucho tiempo. Todavía canto cada vez que voy a misa. Y es que mi padre solía llevarme a cantar a las iglesias cuando iba a tocar el órgano en prácticamente todas las bodas que se hacían. Había llegado a ser el organista oficial de la iglesia de Sant Elm y el presidente de Acción Católica. Esto casi le cuesta muy caro durante La Guerra, cuando le detuvieron y se lo llevaron con todos los demás al Castillo. Se salvó gracias a un amigo suyo, que era republicano y respondió por él.

—¿Dónde fue al colegio?
—Al principio iba con Sor Catalina. Después fui con Don Miguel ‘Gabrielet’, que daba clases en el Bar Balear, al que llamaban ‘bar Bagaix’, al lado del Casino del Muelle. Después estuve yendo a Sa Graduada con Don Manolo de s’Anisseta, Don Vicente ‘Fontet’ o Don Vicente Gómez. En esa época jugaba a fútbol en ‘El Coloso’ con Miguel Juan Juan, Juanito ‘Platé’, Fernando o los gemelos de Ca na Cancia. El entrenador era Jaume ‘Bagaix’. Más adelante, para acabar de sacarme el certificado de estudios, estuve yendo a Artes y Oficios con Don Rafael Zornoza. Ya no seguí estudiando más, al terminar de estudiar, en 1965, empecé a trabajar en el estanco.

—Me está hablando de mediados de los 60, ¿cómo recuerda los primeros turistas extranjeros de la época?
—Bastante bien. Muchos de ellos le pedían a mi padre que les dejara tocar el piano. Los que no tocaban, simplemente se sentaban a escuchar como tocaba mi padre. Y es que por las noches se sentaba delante del piano a tocar por puro placer. Tocaba cualquier cosa, pero uno de sus favoritos era Chopín. Mi padre también era muy bromista. Parece que todavía veo la escena en la que entraba ‘Lluiset’, un vecino muy célebre y también muy bromista de la zona, y mi padre cogía una de las piedras que usaba como pisapapeles y se las tiraba a los pies. Pese a saber perfectamente que había sido mi padre, Lluiset, miraba inmediatamente hacia arriba maldiciendo a ‘los niños’ que se las habrían tirado desde algún balcón, «Al·lots, que un dia me fareu mal!» (ríe).

—¿Continúa en el estanco?
—Sí, todavía sigo echando una mano siempre que puedo. Ahora lo llevamos entre mi mujer y mis dos hijos. Cuatro generaciones van ya.

—Todavía no me había hablado de su familia...
—(Ríe) Me casé con Maria y tuvimos a Juan Antonio y a Victorino (el cuarto consecutivo de la familia), que tiene a nuestra nieta, Neus. Maria es de Sant Rafel, aunque la conocí en Vila, en la cafetería Vara de Rey, al lado de Can Alfredo. Desde entonces empecé a ir a misa a Sant Rafel, paseábamos por s’Alamera… Un par de años después, el 21 de diciembre de 1986, nos casamos en Sant Rafel y aquí seguimos, aguantándonos el uno al otro (ríe).

—Toda su vida en el estanco, ¿usted fuma?
—No. Nunca he fumado ni he bebido. A lo mejor lo habré probado alguna vez en alguna boda, pero lo tiraba enseguida. No soporto ni ver una colilla en el suelo. Tengo que barrerla enseguida.

—¿Continúa tocando?
—No. Desde que se jubiló mi padre no he vuelto a tocar. Tras su jubilación cogió el relevo Manuel Marí Bueno, pero después vino un director de Valencia que tenía muy mal carácter y, poco a poco, la banda se fue disolviendo. Ese fue el momento en el que yo también lo dejé. Más adelante vino Ramon Mas, que consiguió recuperar la actividad a la banda y que se retiró recientemente después de muchos años.