Guillermina Puget tras su charla con Periódico de Ibiza y Formentera. | Toni Planells

Guillermina Puget (Barcelona, 1960) nació en el seno de la familia de artistas más relevante de la Ibiza del siglo XIX y XX. Hija y nieta de los pintores Puget, no solo heredó la sensibilidad por el arte de su padre y abuelo, sino que también heredó la vocación de enfermera de su madre. Vocaciones, la de artista y enfermera, que sigue cultivando hoy en día.

—¿Dónde nació usted?
—Nací en Barcelona, y es que mi madre, María, era de allí. Ella era enfermera, practicante de la zona del Prat de Llobregat y llevaba la enfermería de la fábrica La Seda de Barcelona. Aunque vivía en Ibiza, debido a su trabajo como enfermera tenía un seguro y, además, no se acababa de fiar de las condiciones del hospital en Ibiza durante esos años, así que decidió ir a Barcelona para dar a luz. Unos 20 meses más tarde nació mi hermana María Asunción.

—¿Cómo acabó su madre en Ibiza viniendo de Barcelona?
—Fue una de las primeras turistas que vino a Ibiza a mediados de los años 50. Vino con una amiga suya, Sebastiana. Estuvieron en Santa Eulària y le gustó tanto que decidió comprarse un terreno en la zona para hacerse una casa para venir a vivir a Ibiza en su jubilación. Alguien le habló de un hombre que tal vez le vendería un pedazo de terreno, ese hombre era mi padre, Narcis. Aparte de venderle el terreno, se acabaron enamorando y, tras dos años yendo y viniendo, se casaron en el 59. Ambos eran muy buenas personas, muy sensibles, cultivados y con una mentalidad muy abierta y moderna. Eran muy modernos para la época. Pero la huella más importante que nos dejaron fue la bondad y la solidaridad que tenían hacia la gente menos favorecida. Los recuerdo todas las tardes sentados en el sillón, ella leyendo un libro y él escuchando música clásica.

—¿A qué se dedicaba su padre?
—Mi padre era Narcís Puget Riquer, pintor y fotógrafo, al igual que mi abuelo, Narcis Puget Viñas. Siempre quiso diferenciarse de su padre, que pintaba al óleo, usando la acuarela como técnica principal. Tuvo la oportunidad de estudiar en Madrid hasta que La Guerra interrumpió sus estudios y volvió a Ibiza. Sin embargo, una hemorragia en la retina le acabó por dejar sin visión en el ojo derecho, hecho que le apartó de la pintura. Entonces se dedicó más a fotografiar los paisajes que antes había pintado. Yo no tengo recuerdos de verle pintando, sí de cuando restauraba las telas o los dibujos de su padre. También recuerdo perfectamente las investigaciones que hizo para limpiar las manchas de humedad de las acuarelas. Al final lo logró, descubrió una fórmula química, a base de dos químicos, que funcionaba perfectamente y que nunca llegó a patentar.

—¿Dónde creció usted?
—Crecí en Santa Eulària hasta que tuve 13 años, cuando nos mudamos a vivir a Vara de Rey, a un edificio que construyó allí mi abuelo. Aunque al principio fuimos al instituto, teníamos muchas amigas de Santa Eulària que iban a la Consolación y queríamos ir allí. Al final mis padres, que preferían que fuéramos a la escuela pública, acabaron accediendo. Al terminar el instituto estudié enfermería, como mi madre. Cuando terminé, trabajé unos años en el antiguo ambulatorio. Después conocí a un mallorquín y me fui a Mallorca con él durante ocho años, hasta que nos separamos. Yo siempre tuve la ilusión de pintar como mi padre, así que, cuando falleció, me fui a Barcelona a estudiar Bellas Artes, donde también hice un doctorado. Acabé viviendo en Barcelona durante 26 años. Volví a Ibiza hace solo cuatro años, siempre la eché mucho de menos.

—¿A qué se dedicó en Barcelona?
—Gracias a la herencia de mi padre tenía medios económicos que me permitieron vivir medianamente bien. Sin grandes lujos, pero con la posibilidad de estudiar BB.AA. durante diez años, pintar y de viajar todo lo que pude. Estuve hasta cuatro veces en la India, el país que más me ha impactado. Las dos últimas veces estuve en Anantapur, donde tuve la oportunidad de conocer a Vicente Ferrer en su fundación, que me impactó tanto que me planteé seriamente quedarme allí a vivir. Desde luego ese lugar tiene algo que no puedo describir, pero que engancha.

—¿Por qué no se decidió a quedarse en la India?
—Primero porque me pedían más experiencia como enfermera de la que tenía, aparte de saber hablar inglés y algo de su lengua, el telugu. Por otra parte, siempre he tenido un vínculo muy fuerte con mi hermana y el hecho de estar tan lejos también influyó.

—Estudió BB.AA. y nos ha hablado que pintaba, ¿desarrolló su carrera artística?
—Sí, la influencia de mi padre y de mi abuelo siempre han sido muy importantes, aunque yo pinte abstracto y no tenga nada que ver con lo que hacían ellos, más allá de los colores y las composiciones que uso. Desde pequeñas, tanto mi hermana y yo pintábamos siempre y mi padre ponía mucho interés en lo que hacíamos sin que nunca nos insistiera en que lo hiciéramos de manera académica. Como artista, siempre he pintado a mi aire sin ninguna pretensión. Nunca he enfocado el arte como una manera de ganar dinero, cuando te ganas la vida de otra manera eres más libre a la hora de pintar lo que quieres. El problema de los artistas es cuando los marchantes te marcan el camino. Te acaban diciendo qué tienes que pintar. Tampoco he sido ambiciosa artísticamente, me da bastante igual el reconocimiento, la verdad.

—¿A qué se dedicó al volver a Ibiza?
—A mi otra vocación: la de enfermera. Lo había intentado en Barcelona, pero apenas hubo trabajo hasta la llegada del COVID. Al llegar a Ibiza, coincidiendo con la pandemia, hice un reciclaje y, cuando terminé, me puse a trabajar en la Residencia de Cas Serres. Es un trabajo muy interesante, me hace pensar sobre los valores de la vida y sentirme realizada hasta el punto de hacerme plantear qué sentido tiene seguir pintando. Espero poder seguir ejerciendo hasta que me jubile.

—Entonces, ¿ha dejado de pintar?
—No. Sigo pintando pero por puro placer, me gusta, me distrae y me da tranquilidad. Sin embargo, lo de pintar desde el punto de vista de la intelectualización del arte ya no me despierta ningún interés. La teoría del arte me interesó mucho en su momento, pero a día de hoy lo que me interesa es la sensibilidad y la dedicación del artista en el mundo del arte. A día de hoy estamos en un momento en el que lo que me interesa es la calidad de vida de la gente mayor y nuestro futuro ante el panorama tan incierto que vivimos. Aunque tal vez no sea tan incierto y tenga más que ver con la sobre-información en la que vivimos inmersos. Hay que poner filtros, sobre todo para la gente joven.