Xicu Marí en su casa tras charlar con Periódico de Ibiza y Formentera. | Toni Planells

Xicu Marí (sa Cala, 1960) se crió en sa Cala de Sant Vicent en la época en la que todavía no existía la carretera que lleva a su pueblo. Una época en la que la conexión de sa Cala con Vila se hacía con el llaüt que llevaba su padre. Lejos del mar, la vida laboral de Xicu se desarrolló con la llegada del turismo como camarero en distintos establecimientos de la isla antes de emprender su propio negocio, una tienda de comestibles, junto a Paquita, su esposa.

—¿Dónde nació usted?
—Nací en Cas Planet, en sa Cala de Sant Vicent. Yo soy el tercero de los cuatro hijos que tuvieron mis padres, Jaume y Maria. Mis hermanos son Maria, Jaume y Cati.

¿A qué se dedicaban sus padres?
—Mi madre trabajaba en casa. Mi padre, aunque los últimos años trabajó como albañil, se dedicaba a llevar la barca que traía todo tipo de materiales desde Vila a sa Cala y viceversa. Era un llaüt bastante grande, el Montserrat, que compró junto a dos socios más, mi tío Joan Covetes y Joan Xumeu Busquets. Antes había estado trabajando de la misma manera con los de Cas Català en el que llamaban es llaüt negre. Todo lo que llegaba a Sant Vicent lo traían ellos con el llaüt. También se dedicaban a ir a buscar arena a Formentera para llevarla a las numerosas obras que se hacían en aquellos años en la costa ibicenca. Con los años, mi tío pasó el testimonio a mi primo Joan y, en una ocasión que mi padre pasó una gripe, fue mi hermano Jaume el que fue a buscar arena a Formentera con mi primo y con Busquets. Acabaron cargando demasiado el llaüt y cuando llegaron a es Freus empezó a llenarse de agua por todos lados. Mi hermano y mi primo pretendían tirarse al agua antes de que Busquets, el veterano de abordo, les dijera que era mejor tirar arena al mar. Lograron salvarse tanto ellos como el llaüt. Sin embargo, cuando se enteró mi padre tiempo después, tomó la decisión de vender el llaüt. «No permitiré que ningún hijo mío muera en el mar», dijo mi padre. Desde entonces, el llaüt pasó a Sant Antoni llevando turistas.

—¿Qué tipo de material llevaban de Vila a sa Cala?
—De todo. Pensad que entonces no se había construido la carretera de sa Cala. El único que llegaba hasta allí era el médico en su SEAT 600, que venía por un camino desde Sant Carles. Aparte de traer de Vila todo tipo de materiales, desde sa Cala también se llevaba mucho carbón y leña, que era algo que se trabajaba mucho allí entonces. También llevábamos los tomates o la ‘patata inglesa’ que sembrábamos en nuestro huerto. De hecho, los primeros tomates que se vendían en el mercado eran los nuestros. La barca estaba amarrada en Vila, delante de s’Aniseta, y mi padre y sus socios vivían en una casa que tenían alquilada en Vila durante toda la semana. Mi padre llegaba a sa Cala el sábado y volvía a partir el domingo al anochecer. Al principio iba y venía en bicicleta, hasta que se compró la que fue la segunda moto de sa Cala, una Bultaco.

—¿Qué recuerdos guarda de su infancia en Sa Cala?
—Teníamos unos vecinos en los que había dos o tres niños más y jugábamos a cualquier cosa por ahí. También recuerdo que, con unos ocho años, mi abuelo, Xic d’en Pere Blai, me llevaba siempre a pescar en su botecito de remos. No me dejaba pescar más de lo que nos íbamos a comer, y es que entonces había toda la pesca que quisiera. Mi abuelo me dijo que, si le ayudaba a pagar el bote, sería para mí. Le di cuatro duros, pero me dejó el bote igualmente. Lo que pasó es que la gran torrentada que hubo en los años ochenta se la llevó y no apareció nunca más. Esa correntada se llevó hasta el taxi y el kiosco del pueblo. En el huerto de casa sembrábamos mucho tomate y mucha patata para vender en Vila y a mí me tocaba trabajar bastante allí. A la vez, iba al colegio, primero con Vicent ‘d’en Piquenyo’, después con Rayus y el último que tuve fue Juan Juan Riera. Todavía no había terminado el colegio cuando estaban acabando la carretera y les faltaban trabajadores para terminarla. Nos cogieron a unos cuantos compañeros del colegio para ir a trabajar allí. Nos pagaban como a cualquiera, pero en esa época y para unos chavales como nosotros, era un dineral.

—Con la carretera terminada, ¿cambió mucho sa Cala?
—Ya lo creo. En esa época empezó a construirse muchísimo. Por ejemplo, la urbanización de sa Punta Grossa, en la que sus promotores, Alonso y Hereu, acabaron contratando a casi toda la gente de sa Cala para trabajar en la obra. En aquella época, que comenzaba el turismo, se hacían muchas obras y faltaban trabajadores. De hecho, Alonso y Hereu solían irse al puerto, a recibir los barcos para ofrecerles trabajo a quienes iban bajando por la escalerilla.

—¿Trabajó en la construcción usted también?
—No. Solo estuve en la construcción unos meses con la carretera. Después fue cuando me puse a trabajar como camarero. La primera temporada trabajé en Can Gat y la segunda en Can Miquel, que están en sa Cala. De allí me fui a trabajar a Sant Antoni. Allí pasé cuatro temporadas trabajando en el Voramar con Pepe y Adolfo, los mejores jefes del mundo. Cuando me contrataron me ofrecieron 4.500 pesetas mensuales, que no estaba nada mal, pero nada más empezar teníamos tantísimo trabajo, que me pagaron mil pesetas más de lo pactado desde el primer momento. Trabajábamos como animales, 16 horas cada día, sin librar y durante los ocho meses que duraba la temporada, pero ganábamos mucho dinero. De hecho, El segundo año Pepe y Adolfo me ofrecieron cambiar el sueldo por un porcentaje, el 15%, y entonces empecé a ganar todavía más dinero. Llegaba a ganar una media de 18.500 pesetas al mes. Más la barbaridad de propinas. Gané dinero suficiente como para comprarme un terreno y hacerme la casa en esos cuatro años. En aquella época, en 1971, fue cuando conocí a Paquita Marzoc, un día que un amigo común y su novia, Toni Botigues y María José, nos presentaron en el bar de mi hermano Jaume, La Sirena, delante del Cartago. Nada más acabar la casa, en 1974, nos casamos. Tres años antes de casarme, del Voramar me fui a Talamanca para trabajar en el bar Mediterráneo con Adolfo. Tras casarme dejé de trabajar por temporada y me puse a trabajar en Es Prensó todo el año tres años más hasta que Paquita y yo abrimos una tienda de comestibles al lado de casa.

—¿Siguió entonces como camarero?
—No. Lo dejé cuando Paquita y yo decidimos abrir una tienda de comestibles al lado de casa, detrás de Can Cifre, muy cerca de la Escola d’Arts. Tuvimos la tienda durante unos 10 años, cuando empezaron a abrir los grandes supermercados. Aparte de La Sirena, mi hermano Jaume tenía dos bares más, el Industrial y el Pío Lindo, y durante ese tiempo también me dedicaba a hacerle todas las compras. En esa época también pude comprarme un apartamento en ses Figueretes en el mismo edificio que Jaume había comprado otros cinco, que acabó vendiéndome en 1996. Otra vecina del edificio me convenció para que le comprara el suyo antes de marcharse de Ibiza. También pudimos comprar dos apartamentos más en Sant Joan. De esta manera, estuvimos alquilando y ocupándonos de los apartamentos durante las temporadas. Aparte, los inviernos ayudaba a mi cuñado como pintor. Con el tiempo tenemos los apartamentos alquilados durante todo el año. Nos encargamos de la limpieza de la escalera y de hacer todas las gestiones necesarias. De hecho, soy el presidente de la comunidad de vecinos.