Jaime Ferrer, instructor de socorrismo de la Cruz Roja, tomó sus primeras lecciones de reanimación hace diez años después de asistir a un accidente en carretera: «Había dos heridos, muy graves, y yo no sabía qué hacer. Finalmente, llegó otra persona que les aplicó los primeros auxilios y les mantuvo con vida hasta que llegó la ambulancia. Una de ellas estaba aparentemente muerta, pero sólo aparentemente, y yo no lo sabía». Poco después, Ferrer se apuntaba a un curso de reanimación.

El objetivo del curso de socorrismo en piscinas impartido por Jaime Ferrer, organizado por la Cruz Roja y dirigido a empleados en áreas turísticas es evitar situaciones de este tipo. Los veinte alumnos del cursillo no son socorristas sino personas que trabajan cerca de una piscina: personal de mantenimiento, camareros, etc. Cualquiera de ellos puede encontrase este verano ante una situación en la que deba actuar y rápido: un ahogado, alguien que sufra un golpe o un corte de digestión. Todos trabajan cerca de piscinas y deben saber qué hacer ante estas situaciones.

Este curso de 16 horas duración, que dio comienzo ayer y que finaliza hoy, es esencialmente teórico, «aunque también consta de una parte práctica», comenta Ferrer. «Lo esencial -continúa-, lo primero que deben aprender es la reanimación, es decir, aguantar a la persona con vida hasta que llegue la ambulancia».

Ferrer incide en la importancia de conocer y ser capaz de practicar la reanimación cardiopulmonar o el boca a boca. El siguiente paso son las curas de fracturas o las inmovilizaciones. No obstante, nada de esto sirve de nada sino saben sacar a la persona del agua. Los alumnos del curso practicaron ayer en la piscina de Santa Eulària diversas técnicas para arrastrar a personas en el agua. Posteriormente, deberán aprender a manejar el instrumental de reanimación, como las botellas de oxigeno. «Esta es la parte que suele resultar más difícil a aquellas personas que se inician en los primeros auxilios, ya que requiere ciertos conocimientos técnicos», comenta Ferrer.