Vivir en una residencia de estudiantes tiene sus ventajas, pero también algunos inconvenientes. De las 97 plazas que tiene la residencia de la Universitat de Les Illes Balears, un gran número de ellas son ocupadas por universitarios de Eivissa. Su precio es de 84.000 pesetas mensuales e incluye una habitación individual y pensión completa.

Eva Yern estudia Turismo y es el primer año que vive en la residencia: «Cuando llegué a la universidad no conocía a nadie. Elegí vivir en la residencia porque es más cómodo y más barato que un piso compartido».

Esta opinión es compartida por Vicente Juan Torres, estudiante de Informática de Gestión. Para él la residencia tiene algunas ventajas. «Estás más cerca de la facultad y más lejos de la diversión que supone vivir en Palma. Te centras más en el estudio».

La residencia del campus cuenta con un servicio de habitaciones. No es muy habitual que cada estudiante tenga su propia habitación con aseo individual, teléfono, mesa de estudio y una gran ventana al exterior.

A pesar de estas ventajas, los estudiantes se encuentran con más de un problema. Se quejan de que llamar por teléfono desde las habitaciones es más caro que hacerlo desde una cabina. «Te cobran un plus porque llamas desde la habitación. Hay dos cabinas dentro de la residencia, pero siempre están muy concurridas», apunta Andrés Chillón, estudiante de Biología.

El servicio de limpieza de la residencia se encarga de lavar las toallas y las sábanas, pero cada uno debe lavarse la ropa personal en el lavadero. Este es otro de los inconvenientes para Eduardo Gutiérrez, estudiante de Informática de Gestión, ya que «para poder lavar tienes que comprar una ficha que cuesta 300 pesetas. Además, las tres lavadoras casi siempre están ocupadas y tienes que esperar turno». Durante los fines de semana, la mayoría de estudiantes procedentes de Eivissa se quedan en el campus. «Sólo vamos a casa tres veces al año y, como excepción, algún puente», apunta Andrés Chillón.

El campus durante los fines de semana es muy diferente. «Se convierte en un lugar muy tranquilo. Suele haber gente que pasea, algunos chicos con patines y poco más», explica Eduardo. Normalmente, «hacemos grupos entre los compañeros de la residencia y jugamos a fútbol o a baloncesto. Otros ven la televisión o patinan por el recinto del campus», explica Eva Yern.

El sábado aprovechan para ir a Palma para hacer compras, ir al cine o «salir de marcha». El servicio de autobús que acude a la universidad durante el fin de semana es muy escaso. «Cogemos el autobús de Valldemossa, pero el último que pasa por el campus es a las 21.00 horas, por lo que solemos reunimos cuatro compañeros y cogemos un taxi», matiza Andrés Chillón. l Coro Soto