Verano y belleza parecen formar una pareja perfecta que en el inicio de la temporada no deja de ser tan difícil como las primeras citas. El primer e indiscutible aviso llega a la hora de enfrentarse con un armario en el que los sombreros, bufandas y abrigos han dejado paso a un incamuflable traje de baño donde las imperfecciones no tienen escondite. Las prisas llevan a gimnasios y centros especializados en los que la ilusión y la necesidad se reparten a partes iguales un proyecto que no por utópico deja de ser una meta, similar a los buenos propósitos de fin de año.

Agobios motivados por citas puntuales en las agendas -comuniones, bodas y bautizos se multiplican en el mes de junio- y programas a largo plazo, se distribuyen una amplia oferta de tratamientos estéticos, cada vez más sofisticados y cómodos.

Las demandas más comunes pasan, sin duda, por la limpieza tanto de cutis como corporal. El peeling de la piel presenta múltiples ventajas de cara a conseguir un moreno uniforme, sin manchas ni marcas. Se trata «de aplicar a través de masajes, cepillos mecánicos y vapor, un exfoliante por toda la piel que elimine impurezas y células muertas» según confirma Chus, de «Estudio e Imagen». A ello se incorpora un complemento de hidratación a fin de afrontar la pérdida de líquidos de la época estival. Una hora y media y 4.500 pesetas son el coste de un método que conviene realizarse al menos, al principio y al final de las vacaciones.

El bronceado suele ser otra de las piezas esenciales que se adquiere, bien de forma natural o mediante rayos UVA, «un elemento que siempre cuenta con una excusa para utilizarse ya que puede actuar de protección frente al sol, o ser el único modo de obtener color para aquellos que no poseen tiempo», según señala esta profesional. Un bono de diez sesiones de treinta minutos administrados progresivamente y a baja presión, tiene grandes y prolongados resultados.