El traje «blanc» se mantiene vivo en el imaginario popular. Foto: VICENÇ FENOLLOSA.

Algunos de los vestidos tradicionales de payesa han perdurado hasta nuestros días. En la isla, todavía quedan mujeres que visten de rigurosa etiqueta payesa. Los trajes de color -los más modernos- son los que todavía podemos encontrar sobre la piel de una señora que tranquilamente pasea a su nieta vestida de riguroso vaquero. Los trajes de color son la variante contemporánea y sencilla del traje blanc: el más lujoso y elaborado que han llevado las mujeres de Eivissa.

A diferencia del traje de gonella, la falda de éste se lleva muy amplia, plisada o arrugada, y con un delantal corto de color claro. Bajo la falda, las mujeres de la época podían llevar hasta 12 enaguas, muy almidonadas en la parte superior con el fin de dar vuelo a la prenda. El sombrero desaparece y es sustituido por un pañuelo blanco que se lleva anudado a la barbilla. El mantón que se lleva elegantemente sobre los hombros es de diferentes colores, aunque predomina el amarillo, y solía rematarse con flecos.

Xicu Bufí, responsable de la escuela de Folklore del Patronat de Música, comenta que también se llevaban «mantones marrones, más artesanales y muy bordados». El corpiño sin mangas y las mangas postizas se sustituyen en el traje blanco con un jubón completo de manga larga, con éstas muy bordadas. En los puños era costumbre lucir dos hileras de botones de oro, al igual que el resto de la emprendada. De hecho, en las joyas que se llevan acompañando el traje blanco desaparece completamente la plata y el coral, sustituyéndose por el oro. Pero, no se puede hablar de la emprendada de oro sin recordar la pieza central de la misma: la agustinada. Varios collares de cordoncillo de oro rematan el lujoso conjunto de joyas que llevaban las payesas de la época.