Las incidencias en la producción se recogen en estos paneles de control en la central de Eivissa. (Foto: VICENÇ FENOLLOSA).

En 1957 GESA asumió la responsabilidad del suministro energético de Eivissa al hacerse cargo de la explotación de la Central Matutes, pionera en este campo desde comienzos de siglo. A partir de entonces, comienza una reestructuración tanto interna como externa de las instalaciones originarias, que se distribuyen en torno a dos periodos: hasta 1968 y del 71 a la actualidad. Nuevos equipos, incorporación de personas y adquisición de terrenos son algunas de las pautas que han marcado la transición entre una época y otra para obtener el complejo de sesenta mil metros cuadrados -que albergan tres naves de motores, talleres, almacenes y oficinas- con los que la empresa cuenta en la actualidad. Para los 89 trabajadores que componen la plantilla, no existen los días libres ni los cumpleaños de sus hijos. El reto lo constituye cada día evitar que la isla deje de funcionar al ritmo de contadores y generadores. Tal y como señala Gabriel Martini, operario del cuadro, «cada decisión conlleva mucha responsabilidad, pocas veces la gente se acuerda de lo que hay detrás de cada encendido de un interruptor». A pesar de que aún queda parte de decisión personal, el control de los aparatos se produce de forma mecánica e incluso con vigilancia desde Palma a través de líneas telecomandadas. Los últimos logros han sido la ubicación en agosto de una turbina en Formentera para suministro propio y la preparación de un plan de salvaguarda de cara a los posibles efectos del año 2000, así como la puesta en marcha de una turbina de gas.

Las sucesivas remodelaciones, protagonizadas por la entrada en acción de nuevas tecnologías bajo los nombres de motores Sulzer o Burweister, paneles de control o cables submarinos, han conseguido que la producción nominal de energía (es decir, la capacidad posible) alcance los 141 megawatios, cuando el nivel máximo de petición se ha producido durante el verano y concretamente en el pasado mes de agosto con 112'3.

Y todo ello compensado con estudios medioambientales a tiempo real que evalúan en cada momento los niveles de contaminación atmosférica sobre la calidad del aire del entorno. Tres estaciones en Can Misses, Dalt Vila y una unidad móvil, estudian los índices de óxido de azufre, nitrógeno o las partículas en suspensión que se vierten con el fin de que el desarrollo sostenible sea una realidad.

También se realizan, en idéntica línea, investigaciones con empresas extranjeras para frenar el impacto de ciertas emisiones de gases de motores, labores que se complementan con una recogida selectiva de residuos que transportan posteriormente agentes autorizados, altas e imprescindibles medidas de seguridad y una utilización de fondos propios para desalar agua del mar o limpiar el combustible -fuel- utilizado en la maquinaria. La idea es que la fábrica de la luz nunca deje de funcionar en un entorno igual de claro y de futuro.