Entre retratos del «Gallo», trajes de luces, capotes, certificado de defunción de «Manolete», fotografías de su hijo o un laúd, Carmelo Plaza ha construido un peculiar y entrañable local en la calle Felipe II de Eivissa, «Karmelo», dedicado al mundo del toro pero que encierra miles de sorpresas en su interior. Procedente de Tarragona aunque oriundo de Granada, decidió hace meses abrir este bar pese a que la afición a la tauromaquia en la isla se reduzca a algunas novilladas esporádicas y algunos entendidos, procedentes, en su mayoría, de la península. Quizás por ello se trate de una iniciativa pionera en Eivissa y que pretende se convierta en «un lugar de acogida para los amantes de la tauromaquia y aspectos vinculados a ella, como el flamenco». De hecho, está en ciernes la creación de una peña bajo el nexo del cante jondo.

Hace más de treinta años que Plaza comenzó a coleccionar carteles, «porque no me gusta tirar nada», logrando reunir hasta 2.000 ejemplares, algunos de los cuales se encuentran expuestos en las paredes del establecimiento. De peculiar valor son dos, datados en1902 y 1918. Sin embargo, sus mayores aprecios son para las personalidades que ha conocido, con una personal preferencia: El Cordobés hijo y un fantasma particular bajo el nombre de Francisco Ribera Ordóñez, aunque descarta resaltar una figura por encima del resto, «porque muchos son amigos y otros grandes profesionales».