Al quedar viuda, compró su primera cartilla para aprender a leer, la cual tiene siempre a mano. Foto: GERMÁN G. LAMA.

Luchó contra los rigores de un tiempo de guerra y hambre al que supo vencer; a la muerte de un marido con el que compartió más de cuarenta años; a vivir en un país nuevo, Argelia, con unas costumbres que no eran las suyas. Y todo ello sin perder la sonrisa y ganando en coraje lo que le negaban los años. Ayer, María Antonia Tur celebró entre amigos y compañeros su primer siglo. Un aniversario que trastocó la rutina de la Residencia Reina Sofía y que le obligó a cambiar su paseo anónimo por una fiesta en la que ella era la única protagonista. Los internos incluso se animaron a dedicarle una canción en la que se narraban algunas de las dedicaciones y cualidades de esta vecina de Sant Miquel. Muchos jóvenes quisieron participar en este peculiar homenaje a una de las personalidades más entrañables del centro.

Inteligente, positiva y muy religiosa, María Antonia aprovechó para recordar una isla «que se parece poco a la que yo conocí» e incluso se atrevió a bromear acerca de temas como las diferencias entre sexos. Restauradora, bordadora o agricultora, siempre supo sonreir a la realidad, aunque esta no le fuese propicia. Y su valentía frente a los hechos es lo que todos quisieron premiar en una jornada que comenzó con una eucaristía a las diez y media, seguida de un aperitivo y una comida especial (actos amenizados por el grupo juvenil de la parroquia de Sant Antoni) completándose con la actuación del grupo de teatro GAT.