La silueta de Dalt Vila sirvió de decorado a las evoluciones del aparato pirotécnico. Foto: V.F.

Muy vivo y espectacular. Así es como definió la gran mayoría del público asistente ayer la fiesta pirotécnica más esperada de todas las Festas de la Terra del 2000.

Desde una hora antes miles de personas buscaron lugares estratégicos a lo largo del Puerto de Eivissa, Marina Botafoch y el Paseo Juan Carlos I principalmente, para poder apreciar con todo lujo de detalles el desarrollo de todo el espectáculo de pólvora, luz y estruendo con el que Eivissa casi, casi despidió las Festas de la Terra del 2000 que hoy finalizan.

El frente del puerto y el propio mar fueron los lugares desde los que se lanzaron las distintas combinaciones de luz y color que arrancaron en varias ocasiones la admiración y los aplausos del público que se concentró en toda la zona portuaria.

En total fueron 25 minutos seguidos de estruendo, luz y mucho colorido que sorprendieron con formas de corazones, círculos y alianzas entrelazadas, estrellas y unos graciosos cometas de ida y vuelta que arrancaron varias carcajadas entre el respetable.

Torbellinos con ruido incluido, enormes y explosivas palmeras, resplandores, y reflejos y destellos de vivos colores en el mar volvieron a coronar e iluminar la noche de Sant Ciriac.

Todo el espectáculo estuvo muy bien sincronizado con diferentes bloques con formas y estilos diferentes en los que los encargados de encender los cohetes supieron dejar al público boquiabierto en más de una ocasión.

Desde luego fue la numerosa legión de público extranjero la que más se sorprendió e incluso asustó por el ruido provocado por la explosión pirotécnica más conocida de todas las Pitiüses en la que en esta ocasión de echaron en falta los efectos luminosos en el Baluarte de Santa Llúcia.