Vara de Rey dejó la felicidad de días atrás para vestirse de luto. En este lugar quedó instalado ayer por la tarde el velatorio donde la gente veló por la sardina que allí yacía, en un ataúd de madera. El color negro riguroso presidió la procesión que comenzó a las ocho en punto de la tarde. El inicio de la misma la marcaron los componentes de la banda juvenil de cornetas y tambores de Cruz Roja, cuyos sonidos acompañaron a los llantos desprendidos por los miembros de la comitiva fúnebre. El Carnaval se acababa y con él la fiesta.

La sardina medía aproximadamente tres metros. Un ataúd fue el soporte en el que se metió a este pescado que simboliza el final de las fiestas y que sirvió de apoyo de las lágrimas de los miembros que se encargaron de trasladarla al puerto. A los mismos no se les podía distinguir ni los rasgos de la cara porque un velo negro se las cubría. Los pañuelos aparecieron durante todo el trayecto hasta el momento en que la comitiva llegó al puerto. Allí una hoguera esperaba a la sardina, que sería incinerada ante la mirada del numeroso público que salió de sus casas ayer para asistir a tan trágico instante. Entonces los pañuelos se usaron como cuando alguien despide a un ser querido cuando se va de viaje, ondeándolos al viento.

La concejala de Fiestas del Ayuntamiento de Eivissa, Sandra Mayans, también se sumó al paso fúnebre y lo hizo, como no podía ser de otra manera, ataviada de negro. El ritmo de la comitiva fue lento, provocado por la solemnidad de las notas procedentes de los tambores de la banda musical. Éstos bajaron en intensidad cuando la sardina llegó al puerto. Los llantos aumentaron instantes antes de depositarla en el fuego, donde ardió rápidamente ante los cientos de ojos que la contemplaban.