La calidad de los productos gastronómicos se puede ver acentuada o disminuida por la forma en la que se presenten los alimentos ante los ojos del consumidor. En el sector de la hostelería éste es el cliente y su satisfacción se verá satisfecha si antes de probar el manjar le entra primero por la vista. La Escuela de Hostelería de Eivissa cerró ayer por la tarde un curso intensivo de 40 horas divididas en 8 días centrado en la decoración de platos y bufets. Desde el lunes de la semana pasada, 14 alumnos -profesionales del sector- se pusieron a las órdenes del experto en la materia Luis Miguel García. El resultado: una mesa decorada con gusto, fantasía y creatividad que se hizo irresistible para los asistentes a la exhibición.

Figuras elaboradas con pan, margarina, azúcar e incluso con hielo vistieron una muestra de platos adornados con las más refinadas técnicas sin renunciar por ello a su condición de comestible. Filippo, uno de los alumnos, destacaba que «cursos como este sirven para aprender una especialidad que en el trabajo no puedes elaborar por falta de tiempo, del que aquí sí que dispones con el apoyo de un profesor que te guía». Y es que para diseñar figuras con hielo o margarina se requiere mucho tiempo y paciencia. «Lo más difícil es trabajar el hielo, si te confundes y limas más de la cuenta luego no puedes rectificar; es un trabajo manual muy duro. Pero estoy contento con el grupo de alumnos que me ha tocado, ojalá me encontrara con muchos de ellos en la profesión». Ambas cosas las destacaba el profesor del seminario, Luis Miguel García.

La carne la presentaron recubierta con diferentes colores posibilitados por trozos de verduras y por otros ingenios de la cocina como la chaud-froi o bechamel gelatinada que al ponerla encima del alimento lo cubre por completo. En cambio, el pescado, salmón en concreto, quedó dispuesto en piezas enteras a las que se añadieron retoques estéticos a juego. Los participantes se mostraron muy orgullosos del esfuerzo realizado en los ocho días de curso. El pasado lunes ya comenzaron a cocinar los productos y hasta el último momento no terminaron de dar forma a los productos. EL resultado final ofrecía una mesa vistosa, apetecible ante los ojos del cliente más exigente. Misión cumplida.