J.M. R. Las Pitiüses, como caladero, no son, ni mucho menos, El Gran Sol. Los estudios realizados en 1999 por el Instituto Español de Oceanografía han determinado que lo mejor que puede hacer la flota pesquera es buscarse otro lugar para echar sus redes, ya que aquí encontrarán poca sardina, ni un boquerón y algo, poca cosa, de jurel y boga.

Los datos fueron recogidos aquel año por el buque Cornide de Saavedra, que, casualmente, el próximo día 30 atracará en Sant Antoni dentro de otra campaña desarrollada por el Instituto de Oceanografía. Tal es la escasez del caladero pitiuso que Ana Giráldez, encargada del estudio Estimaciones de abundancia y variaciones en las poblaciones de pequeños pelágicos del Mediterráneo, advierte de que en la campaña desarrollada hace dos años apenas se tomaron datos de esta zona: «Mantener el Cornide de Saavedra es muy caro, por lo que hay que optimar el tiempo en zonas donde el recurso es más abundante». Las Pitiüses quedaban, pues, descartadas desde el principio como área donde profundizar en ese estudio.

El objetivo final de la investigación era contrastar las variaciones en la composición de especies de las zonas explotadas del Mediterráneo con otras en las que la explotación pesquera de pelágicos no existe, como las plataformas de las islas de Alborán, Eivissa y Formentera. A partir de esos datos se podría saber si el litoral pitiuso interesaba como «nuevo caladero para la flota de cerqueros».

Los propios pescadores ibicencos saben, como aseguran desde las cofradías de Sant Antoni y Eivissa, que tanto las capturas del jurel como de la boga son escasas. De hecho, el último barco que se dedicaba al cerco abandonó esas faenas hace más de una década.