J. M. R. A las 16:45 horas de ayer, los 60 inmigrantes concentrados en la iglesia de Santa Cruz explotaban de júbilo. Acababan de dedicidir poner fin a su encierro, tras 18 días viviendo en unas condiciones precarias. Primero fue una salva de aplausos, luego, improvisaron una breve fiesta que, a ritmo de tambores, gritos y palmadas, sirvió para descargar los temores y angustias acumulados durante días y para dar rienda suelta a la alegría.

Emocionados porque comenzaba el primer capítulo de una nueva vida, los inmigrantes demostraron su agradecimiento a los portavoces de la causa aupándolos a hombros o coreando sus nombres. Entre las personas que recibieron el efusivo agradecimiento de los inmigrantes se encontraba Carmen Duarte, responsable de Centro de Información al Trabajador Extranjero (CITE): «La convivencia durante estos días ha sido excepcional. Ha servido para que nos conociéramos mejor. Hasta nos da pena irnos», explicó la, hasta ayer, portavoz de los concentrados.

Duarte agradeció la actuación en este asunto de la adjunta al Defensor del Pueblo, María Luisa Cava de Llano, así como la creación, por parte del Consell Insular, del Foro de la Inmigración y el apoyo dado por todas las fuerzas políticas, sin excepción. La portavoz considera que todo lo vivido ha servido para reforzar la esperanza en un «futuro próspero y una convivencia ejemplar».

Desde las cinco hasta las ocho de la tarde, los inmigrantes recogieron y limpiaron la casa parroquial donde se han alojado durante las últimas semanas.