Hoy es el gran día. Pilar Costa celebra sus dos años como presidenta del Consell Insular pitiuso, un tiempo en el que si bien es cierto que no se puede cambiar por completo una institución que estuvo veinte años en manos del Partido Popular, sí le ha bastado para ponerse en su contra a gran parte de la sociedad pitiusa. Costa se ha hecho impopular en estos dos años y ello se debe, en parte, a las medidas represivas que ha impulsado, pero también a los evidentes cambios que se han operado en su carácter, en su manera de conducirse en público y a su, cada vez más, empeño por rehuir a la prensa. La presidenta ha perdido la valentía y el empuje de los primeros meses y ha ido acumulando encontronazos con sectores dispares de la sociedad ibicenca y formenterense.

· Hoteleros
Pilar Costa ha tomado como norma hablar de la patronal hotelera como de un sector cuya relación con las instituciones se limita al ejercicio de presiones. Las desafortunadas manifestaciones de la presidenta en las que afirmaba que nunca había existido la desestacionalización turística o relacionando a los empresarios con el Partido Popular le han valido un desplante por parte de la Federación Hotelera que ya dura meses. El principal perjudicado ha sido su propio conseller de Turisme, con el que los empresarios reconocen tener buena relación y al que no culpan de lo sucedido.

· Constructores
La demagogia con que Costa trata a los hoteleros se hace también extensiva a los constructores, a los que se ha convertido, por obra y gracia de la generalización, en especuladores. Este sector se levantó en armas cuando el Consell aprobó su moratoria urbanística, que fue calificada de arbitraria y que se sacó adelante sin ningún intento de consenso.

· Propietarios de Cala d'Hort
Vecinos y propietarios de terrenos en la zona de Cala d'Hort se sienten totalmente indefensos ante las medidas proteccionistas planteadas por la Conselleria de Medi Ambient del Govern con el visto bueno del Consell Insular. Estos ciudadanos se han constituido en asociación y anuncian una larga batalla para luchar por el derecho a que sus hijos puedan hacerse una casa en los terrenos que han ido heredándose de generación en generación.

· Sant Joan
Todo el municipio es un clamor en contra de las tres moratorias que ya afectan al 'pulmón' de Eivissa. Pese a que el Consell ha anunciado en reiteradas ocasiones medidas para compensar a los afectados, éstos todavía no saben de qué les hablan. La impopularidad de Costa en Sant Joan ha beneficiado al alcalde del municipio, Antoni Marí Marí, que se ha ganado la confianza de sus vecinos, a los que defiende por encima de cualquier interés partidista.

· Els Verds
Pilar Costa no consiguió mantener intacto su equipo de gobierno ni un año. En abril de 2000 decidió cesar a Joan Buades, conseller de Els Verds, sin consultarlo previamente con la comisión general del Pacte Progressista que, en teoría, debía dirimir los conflictos internos de la coalición de izquierdas. Desde entonces, la formación ecologista ha abandonado dicha comisión, pero es curioso como estos problemas internos sí se han sabido dirimir de otra manera en instituciones como el Ayuntamiento de Eivissa.

· Ecologistas
Los ecologistas se lamentan de que se esté 'malgastando' la oportunidad de tomar verdaderas medidas proteccionistas. Este sector no puede ocultar su desencanto por la falta de iniciativas que permitan dar cumplimiento a las expectativas creadas por el Pacte Progressista. De hecho, la Comisión Insular de Urbanismo (CIU) ha pasado de no conceder apenas ni un permiso para construir en suelo rústico ha dar el visto bueno a prácticamente todas las solicitudes, en vista de que no era posible rechazarlas con la actual normativa en la mano.

· Ayuntamientos
Más allá del evidente desencuentro que se produce entre instituciones gobernadas por partidos políticos diferentes, el equipo de Costa y el de los ayuntamientos han protagonizado estos dos años un auténtico diálogo de sordos. Los consistorios en manos del PP no han puesto mucho de su parte, desde luego, pero decisiones de la presidenta como la de no mover un dedo por el futuro auditorio de Santa Eulària no han contribuido tampoco a mejorar las relaciones institucionales.