Pocos españoles, muchos ingleses y una gran expectación rodean a las noches de los lunes en Privilege. La fiesta «Manumission» congrega en el lugar a miles de personas ávidas de diversión, música y espectáculo. La pista de baile se convierte en un improvisado escenario de variedades que no facilita que los asistentes pierdan detalle. Un barco de cartón- piedra -«The Good Ship»-, varias tarimas, fuego y anillas para malabares forman el entramado con el que se seduce al auditorio clubber del primer día de la semana en Eivissa.

Conforme pasan los minutos y la noche se acerca a la transición matinal, el espectáculo se pone más picante. Unos ingredientes que no pasan desapercibidos ante los ojos de nadie. La música es el pretexto que sirve para poner en escena el espectáculo de «Manumission». Todo está planificado, como si fuera una obra de teatro con introducción, nudo y desenlace. Seres extraños comienzan a aparecer después de la medianoche por los pasillos de la discoteca. Los acordes que emanan de la cabina del dj incrementan su fuerza al mismo ritmo que lo hacen los figurantes que aparecen. El gentío hace lo propio, contorneándose al ritmo que marcan los vinilos. Por momentos parece que es un cabaret, el mismísimo infierno o algo celestial. Sensaciones que se viven sin estar expuestos o implicados en exceso con el ambiente.

«The Good Ship» es el elemento sobre el que gira la noche. Actores y público trasladan se contorsionean sin olvidar la música que sale de la cabina del dj. Mientras, las go-gós se encargan de animar a los que no terminan de decidirse a bailar. En mitad de la fiesta, las luces se apagan y unos figurantes aparecen en la escena con antorchas y vestidos con trajes que trasladan al espectador a la época medieval o a los cuentos de brujas. Después de una performance en la que la música ha disminuido el ritmo para adecuarse al ambiente místico del momento, uno de los duendecillos extiende su brazo para iluminar a todos los asistentes con la 'M' de «Manumission» en llamas.

El fuego supone un punto de inflexión en la fiesta. Desde ese momento los actores cambian movidos por la furia del fuego y se transforman en seres más agresivos. Del equilibrio de los marineros del barco se viaja a lo recóndito. Sobre las tarimas salen diferentes parejas. En una un ser diabólico simula que toma a una mujer ataviada con los hábitos de monja. En otras dos, varias animadores bailan los temas que el dj ya ha convertido en fuertes. Un número lésbico, la exhibición del miembro viril de un figurante y la interpretación erótica de una pareja vestida con trajes de cowboy , cierran una fiesta que en su tramo final muestra la cara más picante del espectáculo.