Germán se encontró con olas de ocho metros, pero no vivió una tormenta espectacular. Foto: G.G.LAMA.

El fotógrafo ibicenco Germán G. Lamatrabaja de freelance. Su último trabajo lo hizo en un periplo de 19 días en un barco de pescadores. El 25 de septiembre se embarcó en Marín, en el 'Paula G' con el propósito de ver su labor en una ruta que llegaría hasta el caladero Gran Sol (Irlanda). Una vez en la isla, cuenta su experiencia de marinero. El reportaje lo publicará la revista «GQ» en enero de 2002.

«Quería viajar a Terranova y aprovechar para elaborar un reportaje fotográfico de pescadores gallegos. Pero desistí porque hubieran sido cinco meses en barco. Me busqué un plan alternativo: el caladero Gran Sol (Irlanda)». Germán G. Lama dio este paso después de haber captado el interés de la revista. La experiencia comenzaba a ser difícil desde el primer día, ya que sacar fotos a bordo de un barco no es una empresa fácil. «Lo más difícil es mantener el equilibrio, no puedes tener la cámara derecha, si miras por el visor no eres consciente de lo que tienes alrededor, te caes de culo... Luego la cámara siempre tenía que estar protegida con plásticos y no podía cambiar de carrete en cubierta».

El que fue fotógrafo de Ultima Hora Ibiza y Formentera durante tres años se quedó sin la tormenta que buscaba y se encontró de bruces con una rutina diaria basada en el izado de redes cada tres horas. «Buscaba una tormenta perfecta y me encontré más sol de lo esperado. Pensaba que la rutina de pescar iba a ser distinta. Cada tres horas lanzaban redes, luego las recogían y casi no había tiempo para el descanso. Además creía que el sistema iba ser más manual pero estaba todo bastante mecanizado. Los marineros se vestían y subían a cubierta a la orden del patrón del barco. En teoría comíamos a los doce del mediodía y cenábamos a las siete de la tarde. Yo dormía una hora cada tres. El proceso de largado e izado de redes duraba 45 minutos y se hacía unas seis veces al día».

Una de las cosas que más le gustaron a Germán G. Lama fueron los víveres que comían en el «Paula G». «Pescaban pescados parecidos al lenguado -que ellos llamaban rampantes y coreanos-, cigalas y merluza. Luego encontramos un caladero donde se pescaba más merluza, rape y bueyes de mar. Por supuesto, comíamos muy bien a bordo. Cuando cogí confianza ya elegía yo el pescado que quería». Después de haber cumplido con su intención inicial, a Germán los últimos días se le hicieron un poco pesados. «La última semana se me hizo muy larga. Ya tenía muy visto lo de las redes y prácticamente no hacía nada. Deseaba llegar a puerto. La pericia del patrón nos condujo a navegar constantemente en el centro de una borrasca sin posibilidad de encontrar una tormenta».