La Colla de Labritja sería la encargada de dar pie, con su baile, a la parte más profana y animada de la fiesta.

La celebración del Día Grande de Sant Vicent de sa Cala vino acompañado de una dosis de buena suerte, en forma de un sol espléndido que se mantuvo durante toda la jornada. Sandra Marí, una de las organizadoras de los actos, explicaba que este año las lluvias han deslucido unas fiestas que siempre tienen su principal atractivo en las actividades que se organizan al aire libre.

Por eso ayer, las más de doscientas personas reunidas en ante la parroquia, pudieron, tras la tradicional misa solemne oficiada por el obispo de Eivissa, Agustín Cortés Soriano, sacar a su patrón en procesión. Sobre la una de la tarde y anunciado por el sonido de los cohetes, la procesión,encabezada por el obrero mayor portando la bandera, salió por la puerta grande de la parroquia de la localidad. Durante el recorrido, en ningún momento acallaron las campanas que hacía sonar el delegado de educación, Antoni Marí Marí, desde lo alto de la iglesia. A la procesión le siguió el baile payés a cargo de la Colla de Labritja, siempre bajo la mirada atenta de un público en el que no faltaban algunos turistas que, curiosos, preguntaban detalles de todo lo que allí sucedía.

Entre quienes se acercaron ayer a la parroquia, los había muy veteranos en esto de las fiestas patronales. Como Pere Torres, de 73 años de edad y vecino de Sant Joan, quien acude todos los años a las fiestas de Sant Vicent, donde tiene parte de su familia. Aunque asegura disfrutar , recuerda con nostalgia los tiempos en los que las marchas militares acompañaban a las procesiones. En esa época, según él, «existía una mayor organización de estos actos, ahora hay mucho jaleo».