La Conselleria balear de Medi Ambient ha emitido una orden en la que insta a los propietarios de es Vedrà a que retiren todas las cabras que pueblan ese islote. El plazo expira a finales de mayo. La propia Conselleria se encargará de acabar con la presencia de esos animales si la decena de dueños del islote no cumplen la orden, según explicó a este periódico el director general de Biodiversidad, José Manuel Gómez. La Conselleria está intentando convencer a los interesados para que colaboren en la erradicación de las cabras, así como para que participen en la captura, ya que como expertos en el acorralamiento de esos animales podrían evitar que muchos se despeñasen por los abruptos acantilados de es Vedrà. Las cabras se introducirán en un corral y luego serán trasladadas a Eivissa en pequeñas embarcaciones: «Luego, los propietarios pueden hacer con ellas lo que quieran, subastarlas o venderlas», añadió el director general.

La decena de dueños del islote ya ha recibido la notificación de la orden: «Algunos están a favor, otros no. Se trata -añade Gómezde alcanzar un consenso con ellos. De lo contrario, esta Administración tendrá que actuar». La necesidad de eliminarlas viene recogida en el Plan de Ordenación de los Recursos Naturales (PORN) de Cala d'Hort, donde se advierte del peligro que corren algunas especies vegetales endémicas en caso de que los óvidos sigan campando a sus anchas por las agudas pendientes del islote. Entre las especies que podrían desaparecer se encuentra la subespecie punicum de la Teucrium cossonii, que está «seriamente afectada», según se subraya en el «Llibre Vermell de la flora vascular» de Balears, recientemente publicado por la Conselleria de Medi Ambient.

En la primavera de 1992 los propietarios de es Vedrà llevaron a cabo, por su cuenta y riesgo, una repoblación. Desde hacía 25 años no había un solo rumiante en el islote. La operación se hizo en dos tandas. La primera, a principios de marzo, cuando se trasladaron allí siete rumiantes a bordo de un llaüt. El segundo viaje se efectuó el 11 de marzo de 1992, momento en el que se embarcaron otras cinco cabras de ambos sexos. Según se detallaba en un artículo aparecido en el extinto periódico La Prensa de Ibiza, en la operación participaron económicamente todos los miembros de la comunidad de propietarios, una decena, que se reparten las doce partes en que está dividido es Vedrà. Se trata de una propiedad simbólica, ya que no existe señalización alguna que delimite las divisiones. Los dueños de las doce partes tienen los mismos derechos reconocidos y, según está regulado, pueden capturar las cabras (sin armas, sólo con las manos) dos veces cada año, coincidiendo con las pascuas de Resurrección y Pentecostés.

En la primera ocasión se puede sacar hasta una decena de cabras, y en la segunda seis. Otros dos óvidos forman parte del menú que la expedición consume cada uno de esos días. La sequía fue uno de los factores que, según aducían los propietarios, había acabado con esos animales 25 años atrás. Otro, la caza con armas de fuego. En 1992, los dueños de es Vedrà se animaron a solicitar al Govern, entonces en manos del PP, que vigilara las cabras para que nadie, salvo ellos, las cazara. Pasado el tiempo, las tornas han cambiado y es un gobierno progresista el que se ocupará de que allí nunca más se vuelvan a cazar, eso sí, retirandolas del islote para que un depredador introducido artificialmente no acabe con la flora endémica.