Viajes en globo, una experiencia que se suma a las más clásicas del verano ibicenco. Foto: V. FENOLLOSA

Está amaneciendo en Eivissa. En el cielo no se vislumbra una sola nube y prácticamente no corre ni un soplo de viento. Es el momento perfecto para que José Ramón Mancebo, piloto de la aeronave y Antonio Martínez, su equipo de apoyo, inicien el ritual que hará que un impresionante globo de aire caliente se eleve a unos 500 metros de altura sobre la tierra de la isla.

Una pequeña cabina que permite transportar en cada viaje a tres personas y 20 metros de lona serán los elementos básicos con lo que esta pareja habrá montado, en unos escasos 20 minutos, el artefacto que nos permitirá ver Eivissa desde una perspectiva muy diferente. Ver cómo se despliega y se hincha esa enorme lona de vivos colores, gracias a la propulsión de aire caliente, es un pequeño anticipo de la magia en la que el viajero se va a ver envuelto durante las casi cuatro horas que dura la original excursión. Pero ese es un instante poco comparable con el momento en que el globo comienza a elevarse. Uno nota incrédulo que bajo sus pies la cabina se agita ligeramente y a los pocos segundos, siempre muy suavemente, comienza a separarse del suelo. Porque como muy bien expresa Jose Ramón, «yo siempre digo que esto no es volar, sino que es como flotar».

La iniciativa 'Ibiza en globo' funciona desde hace aproximadamente un año, aunque hace tres que Jose Ramón pilota. «El título me lo saqué en Valencia. Un día hice un viaje en globo y fui consciente de que eso era lo que quería hacer». Desde entonces este granadino amante de la aventura no ha dejado de volar. Asegura que «nunca nadie ha sufrido una crisis al estar en el aire, es demasiado suave; además, no se sufre vértigo porque para eso hay que estar en contacto con la tierra». Simplemente se respira, entre los que se atreven a subir, un ambiente de inquietud, un espeso silencio que se mantiene mientras el globo se eleva , y que sólo queda cortado por el estruendo de la propulsión del aire caliente.