En la imagen, un grupo de turistas espera para facturar sus equipajes. Foto: VICENÇ FENOLLOSA.

Los vuelos con destino o procedentes de los aeropuertos italianos de Malpensa, Milán, Turín y Verona fueron los que más retrasos padecieron ayer, día de intenso tráfico aéreo, que coincidió con la segunda jornada de protesta de la Unión Sindical de Controladores Aéreos (USCA), que convocó paros durante las horas extras.

Un vuelo procedente de Malpensa llegó a Eivissa con tres horas de retraso, otro de Verona que debía llegar a las 15'55 tenía prevista la llegada a las 19'27 horas. Una aeronave con destino Turín que debería haber salido a las 16'55 tenía la hora prevista a las 19'00 horas y otro avión con destino Milán a las 16'55 tenía la nueva hora de salida prevista para las 19'32 horas de la tarde. «Lauda Air les invita a tomar un refrigerio con la tarjeta de embarque», señalaba una voz femenina desde megafonía en referencia a este último vuelo.

En la Torre de Babel en la que se convierte el aeropuerto de Eivissa un día como el de ayer predominaba sin duda el italiano y en los quioscos de prensa se vendía mejor que nunca el «Corriere della sera» y «La Gazzetta dello sport».

El buen registro de otros vuelos más puntuales, dejó el retraso medio en 18 minutos a las 20'00 horas de ayer, con 245 vuelos operados de los 302 esperados.

Con 52.090 pasajeros en tránsito, la jornada convirtió al aeropuerto en un hervidero aunque la sensación general no era de caos sino de mucho ajetreo. El sonido de las turbinas de los aparatos no dejó de escucharse a lo largo de toda la jornada, en la que la media de salidas y llegadas fue de un aparato cada cinco minutos. 17'00 Lion; 17'05 Barcelona; 17'15 Bolonia; 17'20 Milán... las pantallas del aeropuerto corroboraban ayer la media calculada dividiendo el número de vuelos entre las horas del día..

La cafetería repleta, cola en los souvenirs para pagar, librerías atiborradas y latas de refresco por los suelos y sillas ponían en evidencia que la gente necesitaba entretenerse para pasar el tiempo lo mejor posible. Es que el retraso no mira clase social ni condición.

El aeropuerto igualaba ayer a ricos y menos ricos, a discotequeros resacosos y a orondos padres de familia. Todos matando el tiempo entre cabezadas y refrigerios. Los únicos que no tuvieron tiempo de aburrirse fueron los trabajadores. Desde la limpiadora que corría "literalmente" tras los amasijos de inmundicia, a los sofocados maleteros pasando por los de cafetería, el aeropuerto sobrellevó ayer una de las jornadas que se esperaban más conflictivas del año.