Las plañideras lloran desconsoladamente en el entierro de la Sardina. Foto: Vicenç Fenollosa.

Rodeada por una veintena de desconsoladas plañideras yacía en el Passeig de Vara de Rey, a las 20,00 horas, la difunta Sardina. En ese momento comenzaron los llantos y se puso en marcha el tradicional velatorio que despide la mayor fiesta pagana, el Carnaval. La figura del Carnestoltes, que hace una semana hacía su aparición en ese mismo lugar, también estuvo presente en la despedida. Sentado en su trono y escoltado por dos populosas damas que más bien parecían vestidas para un baile de época que para la triste cita, era el único que se permitía vestir de blanco en un entierro en el que todos los personajes que dieron vida a la representación debían vestir de riguroso negro. Foc i Fum se encargó de dar vida a los protagonistas principales y dos de sus miembros, erguidos sobre zancos, dirigieron la procesión.

Los hiperrealistas gritos de dolor y los compungidos lloros alcanzaban en determinados momentos cotas de dramatismo sorprendentes que apagaban las risas y los comentarios de las cientos de personas que se agolpaban alrededor del cortejo fúnebre. La Sardina, de dimensiones considerables y con un aspecto muy conseguido, yacía en un elegante ataúd sobre el que, cada cierto tiempo, se abalanzaba alguna viuda desconsolada.

El velatorio, que se alargó durante poco más de media hora, se celebró a los pies del escenario del Passeig de Vara de Rey, donde un mural representaba a las dos palomas de la paz. Y es que en esta fiestas de Carnaval que dejamos atrás, el rechazo a la guerra ha estado presente en todas y cada una de las actividades organizadas. De hecho, en la explanada del puerto donde se procedió a la quema de la Sardina, se había instalado una mesa para recoger firmas contra el conflicto bélico, en la que también se podían adquirir camisetas con el repetido lema del 'no a la guerra'. Cuando la Banda de la Creu Roja y la Banda Ciutat d'Eivissa empezaron a tocar a un ritmo mucho más lacónico de lo habitual, esa fue la señal que marcó el inicio de la procesión que, lentamente, se dirigió hasta la explanada del puerto. A lo largo del camino los plañideros y plañideras murmuraban frases como «aquesta Sardina ja fa pudor» o «el año que viene habrá que traer una más fresca». A sus plegarias, el público les contestaba con palabras de ánimo y aliento.

Entre los cientos de asistentes, y aunque es difícil asegurarlo con precisión, no se pudo distinguir a ningún político a pesar de que bastante habitual verles en las fiestas y saraos que a lo largo del año se organizan en Eivissa.