Eugenio Rodríguez
PP y compañía celebraron la noche más esperada de los últimos cuatro años en el templo de la música electrónica. La sala de baile interior de Space sí fue talismán. Desde primera hora de la noche las pantallas gigantes instaladas para seguir los resultados de la noche loca no dejaron de transmitir buenas y buenas noticias. El nuevo presidente entró en el bastión musical del PP a la hora bruja aclamado por la masa, como si fuera el mismísimo Carl Cox , que para los entendidos de la música made in Space es como Dios. El sonido atronador de jingle más adhesivo (más bien corrosivo para la mente) y oído en las últimas dos semanas de campaña marcó los pasos del nuevo presidente del Consell Insular hacia lo más alto del escenario, allá donde se exhiben los esculturales cuerpos de las go-gos en las mañanas locas de marcha de Space, el nuevo recinto sagrado de los populares. El ritmo cardíaco de Pere Palau (PP) se tuvo que desbocar nada más llegar al umbral de la conocida discoteca, donde le esparaban puñados de incondicionales que buscaban el abrazo, o al menos el tacto, del ganador absoluto de las elecciones. Su rostro, sin embargo, apenas se alteró al ver a la masa jalonando su nombre. «Soy una persona tranquila, y asumo esta victoria con la misma tranquilidad», decía PP nada más llegar a la disco en medio de los gritos y aclamaciones de la muchedumbre, que a pares se lanzaba hacia él con los brazos bien abiertos.

«Nos los hemos merendado», decían concejales, afliados y simpatizantes al paso de PP. Las camareras de las barras habilitadas para regar como Dios manda la fiesta iban como locas a esa hora para calmar la sedienta ansiedad de los PP. «Os invito a tomar una copa en El Divino [la discoteca donde el Pacte siguió con agonía su muerte en las urnas]», decía entre carcajadas con el cubata apuntando a los focos del cielo dance uno de los muchos concejales de la causa ganadora.

PP y compañía se acordaron de los perdedores (sólo Tarrés se ha salvado de la quema) y, con deportividad democrática, agradecieron las felicitaciones de los derrotados. Otros , que sabían de antemano que poco tenían que cortar, acudieron incluso a la fiesta para rendir pleitesía a los nuevos amos de la máxima institución insular. «Dentro de lo malo estamos contentos», decía un miembro de Unión Cívica a J.J. Cardona en el pórtico de la disco. «¿Podemos tomar una copa?», preguntó. «Por supuesto», respondió J. J. Ayer no hacía falta tener uno de esos valiosos pases especiales, reservados para unos pocos, ni pagar un riñón para acceder al templo del baile. Anoche, de todos modos, tampoco se iba a ver el espectáculo de cuerpos semidesnudos que pueblan Space las mañanas de los domingos, pero una copa gratis es una copa gratis. Como no podía ser de otra manera, Matutes también agarró el micro para decir adiós: «Eivissa ya está en buenas manos. Me vuelvo a casa. Hasta siempre». A lomos del caballo ganador, también se acordó de los que no están: «Pido perdón por si alguien a lo largo de la campaña se ha sentido ofendido». Son cosas que no cuesta decir cuando uno gana.