Martín Ferrer Casals, catalán de 56 años, conoce muy bien los entresijos y el funcionamiento de un mundo empresarial en el que él se mueve con soltura. Nieto e hijo «a mucho orgullo», de un cabrero y un payés, no empezó a ir a la escuela hasta los 12 años «porque quedaba muy lejos de casa». Empezó trabajando como camarero y discjockey, pero enseguida se dio cuenta de que «el mundo de la hostelería podía ser más productivo que estudiar arquitectura». Desde 1990 es propietario de varios negocios, entre ellos la discoteca Amnesia, que esta noche celebra su 35 aniversario. Martín Ferrer asegura que siempre ha intentado «dar al público lo que pide: calidad, limpieza, buen servicio y respeto».
-¿Amnesia, en su 35 aniversario, pasa por un buen momento?

-Cumple 35 años como un lugar en el que los hippies se reunían, pero para mí cumple 26 como Amnesia. Y sí, está ahora en el punto dulce y álgido que yo quería conseguir, porque cuando la gente está allí se olvida de las otras discotecas. Es un local consolidado, con unos servicios, unos sistemas de seguridad y unos aforos suficientes para lo que yo pretendo. Este año, además, hemos decantado mucho la oferta hacia las fiestas nacionales, más ligadas al pasado de Eivissa y no tanto mirando al público extranjero; porque eso son modas que pasan, pero hay otras fiestas que se mantienen.
-Por ejemplo...
-Para mí una fiesta que tienen que conservar siempre es el Flower Power de Pachá, es increíble. Se tendría que recuperar, una o dos veces al año, la fiesta de la luna llena. Pero sólo para los que tenemos licencia de discoteca, porque aquí se está confundiendo lo que es un café concierto con lo que es una discoteca. En un café concierto no se puede bailar.
-¿Son una competencia desleal?
-No es lógico que a las discotecas les pidan una serie de medidas correctoras y después vengan estos locales, que están al aire libre y en los que la gente baila, con la mitad de gastos y de seguridad que nosotros. Es una aberración total, además de que se está dando al cliente gato por liebre. Me gustaría que cada año, antes de empezar la temporada, se hiciera una inspección de aforo y de medidas de seguridad.
-Otro de los principales problemas es el que tiene que ver con la carretera de Sant Antoni. ¿Cuál es su opinión?
-La carretera, aunque le pongan cuatro viales, no servirá de nada si no mejoran la calidad del asfalto, que tiene que ser antideslizante. Si se mira, ha habido más accidentes en invierno que en verano, porque esa carretera es muy larga y pasa mucha gente, no sólo los que van a las discotecas. Otro problema es el de la regulación del tráfico. El miércoles pasado vino la policía municipal de Sant Antoni a la discoteca para comprobar que cumplía el horario, y cuando vieron el follón que se montaba por cerrar a esa hora no se quedaron a regular el tráfico aunque se lo pedimos. A la gente no le puedes decir cuando tiene que dejar de divertirse.
-Llegó a Eivissa hace treinta años. ¿Cómo ha evolucionado?
-Con muchos altibajos. Hemos tenido suerte con lo que ha sido una desgracia para otros; las guerras de Europa han sido la panacea para nosotros, pero ahora que esos regímenes están preparados para atraer al turismo nos tenemos que atar los machos, porque si prueban lo bien que se les atiende allí será muy difícil que vuelvan. Me sabe mal que en Eivissa se mire hacia el pasado y no al futuro, tenemos que crear expectativas e ilusiones para nuestros hijos. S. Yturriaga