Toda la cultura, tradición y arte de la ciudad de Eivissa se concentra dentro de la estructura amurallada y renacentista, Dalt Vila, un espacio donde fenicios, romanos, musulmanes y cristianos han dejado sus huellas. Por este motivo, en 1999 la ciudad fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y ahora sus calles y edificios lucen con todo su esplendor el paso del tiempo.

Lo primero que se encuentra el visitante al acceder al recinto amurallado es el Portal de ses Taules con su puente levadizo, el pétreo escudo con las armas de Felipe II y una inscripción que recuerda el año en el que se construyó:1585.

Una vez traspasada la puerta, el turista accede al Patio de Armas y, a través de él, a la Plaça de Vila, antiguo mercado transformado ahora en unas calles animadas en las que los restaurantes de ambiente romántico y casi místico ofrecen exquisiteces para el paladar y los negocios muestran una gran variedad de artesanía pitiusa que van desde los frescos diseños de moda Adlib hasta una cerámicas y piezas de barro con minuciosas estampas de lugares representativos de la isla.

En lo más alto del recinto puede contemplarse una bella panorámica de la ciudad, así como recorrer alguno de los edificios más antiguos de la isla, como la Catedral, datada de los siglos XIV y XVI, que guarda tras su fachada años y años de historia. Junto a estas construcciones medievales también se halla el Museu Arqueològic de Dalt Vila, el de Arte Contemporáneo, el Museu Puget y la Sala de Exposiciones de l'Hospitalet. No obstante, cabe resaltar la recién restaurada Casa de la Cúria, convertida en centro de interpretación de la ciudad en la época árabe, también llamada Madina Yabisah, y que alberga en su interior cerámicas, planos de la ciudad y excavaciones. Por otra parte, el paseo por el casco antiguo transporta al turista a los siglos XV, XVI y XVII con casas que mantienen todavía los escudos familiares, como Can Llaudis, de estilo gótico catalán. Irene Luján