Los actores que ayer se suspendieron en el aire para formar una red humana.

Vienes de vacaciones, estás bailando tecno tan tranquilo con tus colegas en una de las mejores discotecas de la isla y, de pronto, un grupo de personas aparece con monos rojos, cara de pocos amigos y comienza a desnudar a la gente que hace tan sólo un segundo bailaba a tu lado. Y lo hacen de muy malas formas, o mejor dicho, lo hacen tal y como la Fura dels Baus tenía en su guión irrumpir en la discoteca Privilege.

Se abrieron paso entre cientos de personas con la primer actuación formada de «perseguidores y perseguidos», dispuestos a dejar sin atuendos a los figurantes que se confundían con los clubbers en una noche de fiesta. Una primera «acción», como los directores Àlex Ollé y Pere Tantinyà denominan a estas pequeñas performances, que seguramente recordarán todos los turistas que el pasado lunes se dieron cita en el club, completamente ajenos a cómo seguiría esta aventura hasta las 6'00 am. Porque cuarenta minutos de música tecno y otra vez la 'Fura' aparecía en alguna parte con más dosis de su primer experimento discotequero en 27 años de trayectoria internacional.

A la madrugada 'furera' le siguieron las placentas: cuatro grandes bolsas con agua colgadas del techo sobre la piscina de la pista central del club, que tras elevarse en el aire reventaron con todo su líquido amniótico simulado para dar a luz a los actores. Aplausos y vuelve el dj con más tecno. Pero aún faltaba lo mejor. El número que más gustó de todas estas pequeñas actuaciones que no tenían hilo conductor ni mensaje definido, sino que parecían tener el objetivo de salir a escena, impactar y, después, desaparecer.

Así se colgaron 33 figurantes y cinco protagonistas sobre el escenario de la discoteca con el fin de formar una red humana en movimiento y por momentos estática. Provocando una lluvia de serpentinas, bailando en cámara lenta y rápida a metros de altura recibieron los aplausos de los clubbers que también hacían malabares, en su caso, entre el cubata y los teléfonos móviles con el fin de llevarse una instantánea a casa. Un cúmulo de recuerdos gráficos para una noche a la que todavía le quedaban hombres teñidos de barro revolcándose sobre las tarimas de las gogós y el romance entre los cocoones (actores envueltos en papel albál con una sandía como vientre) y otros acróbatas que bajaban por las paredes para fundirse con ellos.

Luciana Aversa