Abel Matutes ha explicado esta semana en varias ocasiones, hasta la reiteración, todas sus razones por las que abandona la militancia del PP. El ex ministro principalmente culpa a una institución (el Consell) de torpedear todos sus proyectos empresariales y además pone nombres y apellidos a los culpables de este bloqueo. Según explica, esta actitud del Consell hacia sus intereses empresariales le obliga a defenderse y para ello lo mejor es hacerlo sin el paraguas del Partido Popular, «para así tener las manos libres». ¿Es suficiente razón ésta para abandonar un partido que prácticamente él ha fundado y del que ha sido una pieza fundamental? ¿Existe un malestar hacia el PP que ha querido ocultar?

Las razones, lógicamente, son suyas y respetables, pero hay ciertos aspectos que resultan difíciles de entender. Las trayectorias empresarial y política de Abel Matutes siempre han ido de la mano, prácticamente desde que accedió a la alcaldía de Eivissa todavía en la época franquista; sus negocios se han expandido a lo largo de todos estos años mientras él escalaba en el Partido Popular y pasaba a ocupar altos cargos públicos; y lo han seguido haciendo desde que él abandonó la política activa en 2000. Durante esos años no tuvo problemas, aunque sí alguna sospecha, de verse beneficiado empresarialmente por ostentar un cargo público. Matutes no ha necesitado la política para crecer como empresario, no le ha hecho falta, pero la ha practicado, y mucho, como lo demuestra su extensa trayectoria. Es decir, ha sido empresario y del PP, o viceversa, como prefieran. Por eso ahora resulta llamativo, más bien suena a excusa banal, que se quiera desligar de un partido político para defender sus intereses empresariales. Siendo del PP ha defendido esos intereses durante años y parece que no le ha ido mal.

Quizás una de las explicaciones a la decisión de darse de baja haya que buscarlas en el deterioro que ha sufrido su imagen pública en Eivissa en estos últimos años. En su casa. La isla que él ayudó a desarrollar turísticamente y que ahora, desde las instituciones progresistas, como él dice, le ha dado la espalda. El conflicto de las autovías y su vehemente implicación, sus desafortunadas intervenciones ante la prensa, la incorporación de su hija Stella a la política (no como consellera de Cultura o Deportes precisamente), fueron un cóctel explosivo que estalló en sus manos y, por ende, en su partido. Su imagen se deterioraba, se caricaturizaba y provocaba un rechazo en gran parte de la sociedad. Pasaba de ser 'don Abel' a simplemente 'Matutes'.

Blanco de las iras

Muchos esperaban con ganas ese momento de declive y lo aprovecharon. Tras la derrota electoral, Matutes, que no se había ido de la política como anunció en el año 2000 (participó en las campañas de 2003 y 2007 con desigual fortuna) fue el blanco de las iras de ciertos sectores de su partido. Es más, unos días después de la debacle popular en Balears estuvo viendo a Matas en el Consolat del Mar (dicen que tuvieron una acalorada discusión). Lógicamente, el propio Matutes, el empresario, sabía que muchos de sus proyectos que había ideado en Eivissa se habían ido al traste la noche electoral.

Hace unos años, después de recibir una de sus numerosas distinciones al mérito turístico, Abel Matutes alertaba de lo difícil que era mantener un negocio en la isla, por su rendimiento, cuando había otros lugares emergentes más apetecibles, como el Caribe. Esa declaración de intenciones la puso en práctica y así empezó a desprenderse de los hoteles más baratos para buscar otros segmentos de gama más alta. Matutes tiene claro que el espejo del modelo turístico en el que tiene que mirarse Eivissa es el de Niza, Saint Tropez o Montecarlo; es decir, puertos deportivos, campos de golf y calidad ligada a la construcción. El empresario siempre ha tenido esa fijación, quizás megalómana, del desarrollo turístico. Un ejemplo es la estrambótica oferta que le hizo a Pilar Costa cuando ésta era presidenta del Consell. Matutes ofrecía a la institución o al Gobierno español la isla de sa Conillera, de su propiedad, «sin contraprestaciones» para construir allí una residencia oficial para invitados ilustres del Estado o para el propio presidente del Gobierno. Lógicamente no recibió respuesta.

¿Bloquean las instituciones progresistas sus proyectos por el simple hecho de llevar la etiqueta Matutes? La pregunta también habría que hacerla en pretérito ¿Favoreció el Consell del PP los proyectos de Matutes por el simple hecho de ser suyos? Afirmativo en los dos casos, pero con matices, porque de lo que no hay duda es que en la isla hay pocos empresarios con la capacidad económica y la influencia para construir este tipo de infraestructuras, y por eso lo lógico es que esté detrás de todos estos proyectos, gobierne quien gobierne. Matutes ha estado detrás de casi todo lo bueno y malo que se ha cocido en la isla en los últimos años.

El futuro

Ahora, con esa independencia recién estrenada, espera tener otra consideración por parte de las instituciones. El tiempo dirá si lo consigue, si su figura recobra el 'don' o si logra desligar su faceta empresarial de la política. Alguno del PP ya teme incluso que Matutes, el político, desde la sombra esté preparando un nuevo partido político.

Daniel Azagra