D.A./G.R./AGENCIAS

El Consell de Govern aprobó ayer el listado de 31 personas y entidades que este año serán galardonados con los premios Ramón Llul y las Medallas de Oro de la Comunidad Autónoma con motivo del Día de Balears, que se celebrará el próximo 28 de febrero.

Así lo informó ayer en rueda de prensa la portavoz del ejecutivo balear, Joana Barceló, quien destacado la «gran diversidad de actividades y experiencias personales» que se ha logrado reunir detrás de este listado en el que figuran representantes de todos los sectores de la comunidad.

«Se trata de que haya pluralidad para que sea un amplio reflejo de la sociedad balear», ha comentado Barceló, preguntada acerca de los criterios seguidos por el Govern a la hora de proponer los nombres de los galardonados de este año, entre los que están el grupo musical Antónia Font y el ciclista Joan Llaneras.

El Govern también ha acordado que la Medalla al Mérito de Protección Civil con distintivo rojo (que reconoce el heroísmo) a la joven Aina Vadell Mercadal, que el 19 de abril del año pasado puso en peligro su vida para intentar salvar a un grupo de menores de un atropello.

Según ha detallado Barceló, las cuatro Medallas de Oro de la Comunidad Autónoma recaerán este año en la empresa hotelera Riu Hotels; la Universidad de las Islas Baleares (UIB); el arquitecto Jorn Utzon (a título póstumo), y el olímpico Joan Llaneras.

Por su parte, los premios Ramon Llul irán en esta edición para el grupo de música mallorquín Antonia Font; el promotor cultural Jaume Adrover i Noguera; las asociaciones Can Gaza-ICES, Es Refugi i Zaqueo; el geógrafo Bartomeu Barceló i Pons; el padre misionero Manolo Bonet Fuster, y el cirujano cardiovascular Oriol Bonnín. También recibirá el Ramón Llul este año el empresario José Costa Ferrer; el historiador Miquel Duran Pastor; el grupo musical Els Valldemossa; la Federación de Entidades de Atención a la Infancia y Adolescencia Balear; la Hermandad de Maestros Jubilados de Baleares; el catedrático de Ciencias Naturales Cristofol Guerau de Arellano i Tur, y el IES Politécnico de Palma. La empresaria Ursula Mascaró también recibirá el galardón, junto con la cantautora Miquela Lladó; el artista Joan Lacomba; los médicos del aula hospitalaria de Son Dureta Maria Antonia Pascual y Joana Vanrell; la bióloga Maria Misericordia Ramon; la pediatra Joana Maria Roman, y el entrenador de fútbol, Llorenc Serra.

El filólogo Joan Veny; el pintoy escultor Joan Riera y la empresaria Margalida Ribas serán otros de los galardonados, junto con el economista Pere Mascaró; el médico Carlos Cristos, y el geólogo Josep Darder Seguí, los tres a título póstumo.

Cristòfol Guerau de Arellano i Tur (Palma, 1942) es catedrático de Ciencias naturales. Recibe el Premi Ramon Llull en reconocimiento a una dilatada trayectoria en dos ámbitos estrechamente relacionados: la docencia y la investigación, por un lado, y el activismo en defensa del patrimonio medioambiental, por el otro. Su contribución al conocimiento de la biogeografía, la ecología y la vegetación, que ha aparecido en publicaciones de carácter científico y divulgativo, y su compromiso con el movimiento civil, demostrado con la participación para conseguir la declaración de Parc Naturals de ses Salines de Eivissa y Formentera, «son los créditos que ha aportado a la sociedad balear», según el acta del jurado.

Hijo y padre de profesores, Guerau de Arellano estuvo dedicado a la enseñanza durante 37 años, hasta su jubilación en 2002. La mayor parte en el Institut Santa Maria de Eivissa, en donde ocupó varios cargos. «Es una buena prueba de su implicación en la defensa de nuestros valores culturales su estrecha vinculación con el Institut d'Estudis Eivissencs (IEC), que ayudó a relanzar en los 70 y del que ha sido vocal durante 13 años», se apunta en su 'voz' de la Enciclopèdia d'Eivissa i Formentera.

Margarita Ribas Prats (Barcelona, 1930) es un ejemplo de humildad y profesionalidad dentro del sector hostelero de las Pitiüses. Esta mujer, que empezó su labor profesional en la pensión Los Àngeles de Sant Antoni en 1955, es merecedora de esta distinción del Govern balear «por su voluntad de mejora permanente y por los éxitos que se han derivado de esta actitud, que la han convertido en un referente del mundo empresarial».

Nacida en Barcelona, pero de padre de Sant Agustí y madre josepina, Margarita realmente es un ejemplo de mujer emprendedora. Junto a su socia ya fallecida, Marta Carbó, compró el hotel Es Pins de Sant Antoni en 1967, explotó el restaurante sa Punta de Santa Eulària durante varias décadas y finalmente abrió el restaurante Doña Margarita en esa misma localidad, negocio en el que estuvo al pie del cañón hasta el año 2002 que se jubiló. Margarita recibió ayer con «gran alegría» este galardón, aunque con su humildad habitual recalcó que «hay mucha más gente que se lo merece». Esta mujer es una defensora a ultranza de la comida tradicional ibicenca y de su trabajo. «Lo hacía como un regalo. Ya se que queda un poco raro decirlo, porque cobraba por ello, pero lo que realmente me gustaba es que Eivissa quedara bien y que los turistas se fueran contentos».

«Ha sido una sorpresa cuando mi hijo me ha pasado al teléfono al presidente Antich», decía ayer con sereno orgullo Josep Costa, Pepe Paya. A sus 75 años Josep Costa recibe el premio entre otros méritos por haber sido el creador en la segunda mitad de los 50 de la empresa Autocares Paya, la primera que se dedicó al tranporte de viajeros en la isla y que, en la actualidad, sigue siendo la concesionaria del transporte público dirigida por su hijo.

Pepe Paya explicó que el origen de la empresa estaba en que su padre trabajaba en las salinas de Formentera, era mecánico y se hizo con un viejo camión para transportar material tanto a las salinas, principalmente madera y carbón como a es Caló donde se embarcaba en un llaüt para Eivissa. Él siguió con la tradición familiar y más tarde compró un 'camión de pasaje' dice. Recuerda que subir a la Mola era una odisea, «con una carretera muy distinta de la de ahora, con una pendiente muy fuerte y muchas curvas aunque entonces la circulación era muy tranquila», dice Pepe Paya que luego rememora que «lo complicado era que los autocares eran viejos, el cupo de gasolina escaso y los motores a veces no podían con la subida, tanto es así que en determinados puntos los viajeros bajaban del autocar y ayudaban a empujarlo hasta una zona con menos pendiente y entonces volvía a subirse a él».