Recuerdo que mi padre se levantaba a las cinco de la mañana para ir a buscar en bicicleta el pan a Eivissa y así que la gente pudiera comprarlo aquí», explica Jaime Pascual, actual propietario, junto a su hijo, de la tienda de comestibles que está en el corazón de Jesús. Fue en 1919 cuando su abuelo Jaime Pascual Riquer alquiló y abrió esta tienda que además de comida también vendía tabaco y tenía una taberna. 90 años después sus descendientes siguen al frente del negocio familiar.

Numerosos son los recuerdos que guarda esta familia y las paredes de la tienda, ya que «nosotros hemos nacido y nos hemos criado aquí, en Can Pascual», comenta emocionado Jaime. «Han cambiado mucho las cosas. En la tienda se vendía lo básico, harina, pan, arroz, azúcar o aceite. Antes teníamos una sola balanza y ahora tenemos cinco», comentan Lina y su hermano Jaime. Tanto ha crecido el negocio en estas nueve décadas que ahora tienen diez empleados en la tienda, cuatro empleados en el estanco que lleva Lina Pascual y otras veinte personas trabajan en el restaurante Bon LLoc, propiedad del hermano mayor.

En 1954 un primo de la familia que vivía en Madrid vino de visita coincidiendo con las fiesta de Jesús. En el interior del negocio retrató a toda la familia en una imagen que Jaime Pascual aún conserva. «La tienda era un punto de reunión en el pueblo. La gente bajaba de vez en cuando del campo, de Can Pep Simó o de Can Furnet, y se llevaban los alimentos básicos. Muchas veces se utilizaba el trueque y cuando recogían la algarroba pagaban a mi padre lo que habían comprado durante el año», recuerda Jaime.

Se sienten orgullosos de continuar con el negocio que perteneció a su abuelo y después a su padre. «Ahora lo lleva también mi hijo, pero por ejemplo las hijas de mi hermano no han querido hacerse cargo del restaurante», explica emocionado.

«Antiguamente la tienda nunca cerraba, ya que vivíamos aquí. A lo mejor estábamos comiendo y venía alguien a comprar alguna cosa. Llegamos incluso a tener aquí un teléfono y como mucha gente del pueblo no tenía recuerdo que íbamos a dar los recados a los vecinos», explica Jaime.

Jaime Pascual tiene ahora 64 años y cada día atiende a sus clientes con una enorme sonrisa. Ahora, nueve décadas después, la mayoría de los clientes de Can Pascual son extranjeros que viven en la zona. Además de vender lo básico tienen productos internacionales y de delicatessen. Can Pascual se ha modernizado y tiene también página web. Natalia Salazar