José María Velasco trabaja en la actualidad en la capilla de la Virgen del Carmen de la iglesia de Santo Domingo. Foto: IRENE G. RUIZ

En la actualidad, José María Velasco, restaurador licenciado en Bellas Artes, se encuentra trabajando en la capilla de la Virgen del Carmen, en la iglesia de Santo Domingo: «Es una capilla con adornos barrocos tallados en yeso con prácticamente toda la decoración vegetal. La capilla es una donación que hizo la familia Martí de Alicante en el siglo XVIII. En lo que estoy trabajando ahora es en la reconstrucción de todo lo que se quemó en el incendio de 1970 a resultas del cual gran parte de los dorados se desprendieron de las molduras y toda la capilla quedó absolutamente negra». Y añade: «Ahora lo que hago es consolidar lo que queda de dorado y volveré a dorar todas aquellas zonas en las que había desparecido totalmente». Velasco comenzó a desarrollar su trabajo en Eivissa hace 16 años. En la actualidad desarrolla su trabajo en Cas Canonge, donde tiene instalado su taller y su lugar de residencia. Previamente había trabajado cuatro años como responsable del departamento de restauración de maderas de la Alhambra de Granada: «Para ser restaurador hay que tener mucha paciencia y trabajar con mucha precisión. Además tienes que ser técnicamente muy escrupuloso».

Trabajo previo

Antes de empezar a restaurar una pieza, Velasco tiene que realizar un amplio trabajo previo que consiste en un análisis exhaustivo del estado del objeto que se completa con un un informe en el que se marcan las pautas a seguir en el proceso: «Con el análisis obtenemos los materiales con los que está hecha la pieza y cuál ha sido la técnica original de aplicación. En el informe marco el paso a paso a partir del estado en el que se encuentra la pieza». El restaurador destaca que en su profesión nunca se pueden aplicar: «Recetas previas ni de un proceso concreto porque varía según el estado en el que se encuentre lo que vas a restaurar. Aún así existe un criterio básico que es respetar al máximo el original y que todos los materiales que se usen sean reversibles. A partir de aquí, cada pieza necesita un cuidado diferente».

La restauración que más tiempo le ha llevado ha sido la iglesia de Santo Domingo: «He trabajado en su conjunto durante ocho años». Sin embargo, los trabajos que recuerda como más complicados son el retablo de la iglesia de Santa Gertrudis y la restauración de una sillería de la catedral del siglo XVIII: «Estaba comido de termitas; estructuralmente estaba deshecho y tuve que volver a hacer el soporte entero. La sillería de la catedral estaba en un muy mal estado; este trabajo lo pagó Lluís Llobet, que ha subvencionado la restauración de prácticamente todo la iglesia de Santo Domingo y ha sido mi mecenas». Uno de sus mayores deseos profesionales que desea cumplir antes de jubilarse es restaurar la casa de la obra de la iglesia de Sant Josep: «En la guerra civil quedó bastante destrozado, pero aún se conserva gran parte de un retablo barroco que me gustaría trabajar antes de jubilarse».

Para él, lo mejor de ser restaurador es comprobar la evolución: «Me encanta ver el cambio que hay cuando aceptas un trabajo y cuando lo entregas. Es ahí cuando te das cuenta de lo que has hecho; es muy gratificante».

María José Real