Doña Pilar de Borbón, como cada año, pasa unos días de descanso en Mallorca, seguramente en la casa de siempre, allá, en Sol, de Mallorca, a la vera de la del ganadero Samuel Flores.

Para la Infanta, hermana del Rey para más señas, este verano nada tiene que ver con los anteriores, dado que en su familia han tenido lugar dos cambios: las separaciones de dos hijos suyos. Sí, de un a verano a otro, ¡lo que cambian las cosas! Simoneta y Beltrán se han separado de sus respectivos cónyuges, Sastrón y la modelo Laura Ponte, separaciones amistosas, como mandan los cánones de la gente noble, sin estridencias ni declaraciones, sino todo lo contrario: discreción por encima de todo lo demás. Como debe ser.

Pues bien. Estando anteayer por la tarde observando las idas y venidas a bordo del Melody, el barco de los Hidalgo, de la cantante mexicana Paulina Rubio y de su marido, el empresario Colate, y recreándonos en el tipazo de nuestra paisana, la modelo Malena Costa, tumbada sin sujetador en la plataforma de proa, mientras que Javier Hidalgo, tal cual vino al mundo, se daba un baño, ¿quién dirán que apareció por donde estábamos, una pequeña cala de aguas transparente e inundada de barcos? Doña Pilar, que ni corta ni perezosa se despojó del vestido camisero, quedándose en bañador. Luego, haciendo gala de una agilidad poco frecuente en personas de su edad, descendió por la escalerilla y se zambulló en las cristalinas aguas, permaneciendo en remojo durante casi media hora, para lo que se tuvo que agarrar a una especie de manguito de forma alargada, o salvavidas. A poco se reunió con ella una amiga, con la que estuvo hablando largo rato.

Doña Pilar es una gran mujer, que quiere a Mallorca desde que tuvo conocimiento de su existencia.

Doña Pilar, Infanta de España y puntal de la Hípica española, cuya más alta jerarquía ostentó, es mujer sencilla, a la que más de una vez hemos visto comprando en el mercat de Santa Catalina, que no sabemos por qué, pero es uno de sus mercados más predilectos.

Pedro Prieto