Mientras en la barra de la cafetería del Club Náutico Ibiza (CNI) algunos marineros y socios apuran sus cafés, muchos de ellos tras haber consumido el menú diario a 6,50 que anuncia la pizarra, junto a los grandes ventanales que dan a los pantalanes se reúne una decena de socios que discuten de lo humano y lo divino, siempre con el mar presidiéndolo todo.

Entre los contertulios, muchos de ellos socios sin barco (la entidad tienen 1.200 miembros y sólo 300 amarres), se encuentra siempre que su trabajo le deja José María Prats. Con 50 años, su vida es un resumen de todo lo que el Club Náutico de Ibiza ha ofrecido y significado para cientos de ibicencos, desde su nacimiento en 1925 como sociedad recreativa para la náutica, pero sin puerto.

«Me juntaba con algunos amigos de la Isla que venían aquí a aprender vela y acabé empezando yo con siete u ocho años», rememora. Su nombre figura entre las placas que recuerdan a los deportistas que han llevado el nombre del club a lo más alto (fue subcampeón de España en los años 70) y ahora es un socio más que amarra su pequeño llaüt de siete metros en los pantalanes del puerto.

«Con el club se ha podido introducir a muchos niños en la navegación, jóvenes que luego han ido creciendo manteniendo su relación con la mar, hasta el punto de que algunos hemos hecho de ella nuestra profesión», remarca.

El final en octubre del año próximo de la concesión de 40 años que tiene otorgada el Náutico preocupa porque muchos consideran que los intereses de Autoritat Portuària de Balears (APB) pasan por conseguir la oferta económica más jugosa posible, relegando a un segundo plano la 'náutica social' (formación y promoción de actividades relacionadas con la mar, así como precios asequibles para que los aficionados con menos recursos puedan seguir teniendo sus pequeñas barcas).

Temor a la pérdida

Los fantasmas del Club Náutico de Maò (que perdió la concesión hace poco más de un año tras 75 años de gestión) y de Marina Ibiza (criticada por muchos por el incremento elevado de tarifas para cubrir el elevado canon ofrecido) están presentes. «Lo que más miedo da es el peligro de que la gente joven deje de poder hacer cursos de vela o de piragua», afirma Prats. «En Eivissa, en los años 60, el mundo de las drogas empezó a hacer muchos estragos y creo que actividades como la vela nos ayudó a muchos a mantenernos alejados de ellas y de todo el mal que hicieron», recuerda.

Julián Vilàs, presidente del club, se incorpora a la conversación y muestra su inquietud por el daño para los socios más humildes el que pasen a ser un Náutico sin puerto. «Esto no es como cualquier Marina, con grandes yates y gente que viene y que va. Aquí sólo hay tres barcos de 300 que tienen marinero. La mayoría son pequeñas barcas y llaüts que apenas pagan al año», apunta. Ser socio cuesta unos 12 euros al año y una embaración de hasta 6,5 metros de eslora paga 72 euros al mes, con todos los gastos de luz, agua, amarre e IVA incluídos.

«Muchos socios son ibicencos que tienen su barca desde hace años, tienen en ella su entretenimiento, y no pueden pagar los precios que pondría una empresa para conseguir beneficios. Para sus llaüts, o es el Náutico o el desguace», lamenta.

La formación es uno de los pilares de las actividades que desarrolla el Club Náutico Ibiza, siempre muy ligada a la competición, aunque no de forma exclusiva. Desde los primeros años tras su constitución ya se apoyó la práctica deportiva (con carreras de remo y la participación en regatas con embarcaciones ligeras tipo 'snipe'), pero fue en los 60 cuando la donación de cuatro 'optimist' (las naves a vela más pequeñas, ideales para la introducción de los más pequeños) relanzó esta actividad.

Actualmente, la Escuela de Vela (en la que participa el Ayuntamiento de Vila) cuenta con más de 20 'optimist', dos 'gambas' varios 'snipe', '420', 'laser' y 'europa', «lo que permite ir ofreciendo la oportunidad de progresar a los chavales y que ha permitido que esta sea una importante cantera de campeones», según el vicepresidente del club, Joan Marí. «De aquí han salido campeones de España y de Europa, e incluso un puesto 14 en los Campeonatos del Mundo», añade.

Varias decenas de jóvenes se forman cada año en los diferentes niveles de la Escuela. En el aulario, construido en el muelle de cemento hormigonado gracias a un socio que cedió el material, se ofrecen las clases teóricas, mientras que las prácticas se desarrollan en la playa de Talamanca, «donde hemos tenido que trasladar la navegación para evitar el peligro que suponen los grandes barcos, especialmente para los niños más pequeños», comenta Marí.

Además de la iniciación, en el club se desarrollan habitualmente cursos de perfeccionamiento y formación específica para adultos.

La Escuela cuenta también con un programa de introducción a la navegación y al contacto con el mar para personas discapacitadas. En colaboración con Ayuntamiento y Consell, el programa 'Joves per la mar' lleva nueve años con estas actividades.

«Estamos muy orgullosos porque sólo hay dos clubes en toda España que hagan este tipo de actividades: antes con el 'Thopaga' y ahora con el 'Cala Millor'», comenta el vicepresidente.