Hasta los años 60 que un cerdo tuviera diez centímetros de capa de grasa era bueno, pues garantizaba que se podía cocinar todo un año: «A partir de ese año se empezaron a introducir cerdos de la península, que tenían menos grasa infiltrada, y los payeses de la isla dejaron de criar el porc de Formentera y Eivissa, que en la actualidad se encuentra en peligro de extinción. Como suele ser habitual, lo que viene de fuera se considera mejor que lo que hay en la tierra», cuenta Vicent Marí, que hasta hace algo más de un año nunca había criado cerdos: «Al principio estaba un poco asustado, pero después es como cualquier otro animal».

Vicent es uno de los criadores de esta especie, representada por la Associació del Porc de Formentera y Eivissa, presidida por Jaume Yern e inscrita al mismo tiempo en la Federación Pitiusa de Razas Autóctonas (FEPIRA). Esta asociación representa a los 15 cerdos de las Pitiüses, repartidos en cinco fincas de ambas islas: «El principal problema al que se enfrenta esta raza es la consanguinidad, pues hay un único macho que fecunda a todas las hembras. Esto significa que las mismas hembras son hijas del macho», puntualiza Vicent, que ha visto cómo la cerda de cinco años, a la que le encanta comer harina de cebada, guisantes y hierbas, y de más de 120 kilos que cuida ha traído a la vida a cuatro crías de esta especie hace tan sólo dos semanas. «Es muy buena madre. Me contaron que en los primeros partos si alguien tocaba a sus crías las mataba después porque detectaba olores extraños. Eso ya no lo hace. Ahora, por ejemplo, cuando les va a dar de mamar busca un hueco lentamente para echarse».

Consanguinidad

Para solucionar el problema de extinción es necesario introducir sangre nueva en la raza, pues a mayor consanguinidad crecen los problemas de supervivencia de la especie: «Hay un proyecto en el aire mediante el cual se traerían cerdas sardas, que son las más parecidas genéticamente a la raza pitiusa, pero aún no se puede concretar nada», cuenta Angie Debelius, de la FEPIRA, entidad que actualmente trabaja en conseguir la denominación de agrupación racial: «Presentamos el proyecto hace algunos días al Govern balear, que es quien tiene que conceder la denominación de agrupación racial».

Las peculiaridades de este tipo de cerdo es que, además de ser absolutamente negro y tener el pelo muy largo, tiene más grasa infiltrada que el cerdo blanco. Además del porc de Formentera y Eivissa, otras de las especies en peligro de extinción en la isla son el conejo ibicenco y la cabra pitiusa, por ejemplo, que también forman parte de la FEPIRA.

María José Real

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La Federación Pitiusa de Razas Autóctonas (FEPIRA) se creó en marzo del año pasado con la intención de aunar a todas las asociaciones de razas autóctonas en peligro de extinción de las Pitiüses: "Así, por medio de una sola entidad, se hace más fuerza a la hora de trabajar; se consigue más que individualmente", cuenta Angie Debelius, miembro de esta federación, que además de supervisar el cuidado de los animales se encarga de impulsar estudios técnicos de conservación de las razas. A todo esto se le suman las labores de difusión y conocimiento de la situación de las razas ya sea mediante publicaciones en medios de comunicación o participaciones en ferias de animales.

Las hembras tienen dos partos al año que suelen coincidir en las estaciones de primavera y otoño, concretamente, abril y octubre, según cuenta Vicent Marí, que se encarga de criar a una cerda de 120 kilos y a sus cuatro crías, nacidas hace sólo dos semanas, en una finca de cala d'Hort. En este sentido, la gestación es de tres meses. Tras el alumbramiento tienen lugar tres semanas de lactancia: «Tras el destete, las hembras vuelven a entrar en celo». Vicent cuenta que la cerda que cuida es muy buena madre: «Se mueve con suavidad y lentitud, sobre todo cuando busca la posición para tumbarse y darles de mamar», precisa. Esta hembra residente en cala d'Hort ha sido fecundada por el macho, de más de 150 kilos, que comparte techo a su vez con ella. Al tratarse de un único cerdo para fecundar a las hembras se produce un alto grado de consanguinidad, aspecto que no favorece la supervivencia de la especie: «Hay que introducir sangre nueva para conseguir que la especie no se extinga».