Pequeños y grandes se lo pasaron de miedo.

Nada más lejos del luto riguroso que se vivía este miércoles durante el entierro de la sardina. Había ganas de fiesta y el cielo plomizo y la amenaza de lluvia no impidieron que ayer, Sant Agustí, tuviera una multitudinaria y colorida rúa de Carnaval.
Resistiéndose a guardar en el armario los disfraces, varios centenares de personas aprovecharon para participar en el pasacalles carnavalero más tardío de la Isla. Como no, los chavales eran los que más disfrutaban de poder lucir sus caras pintarrajeadas y sus brillantes trajes de máscaras. Su imagen contrastaba con la de muchos padres y abuelos que se encogían dentro de sus abrigos mientras seguían a la comitiva.
Las sirenas y resto de fauna acuática se encontraban, nunca mejor dicho, como pez en el agua. Tampoco se quedaban atrás la amplia representación del mundo del circo, los cocineros o los, ya célebres, 'pinochos' de Sant Josep.
Tampoco faltaron a su cita los habituales payeses y payesas, fieras salvajes y los superhéroes de bolsillo dispuestos a salvar al mundo con sus músculos de gomaespuma.
Entre los animadores del cotarro, como siempre, los profesores y asociaciones de padres de colegios como el Sant Jordi o L'Urgell.
Y como eso de caminar de un lado para otro con el disfraz a cuestas abre el apetito, la fiesta terminó con la entrega de premios y un sabroso almuerzo para los más perezosos a la hora de decir adiós al carnaval.