Los alumnos de Can Cantó en la zona donde hay lupas binoculares. | Natalia Salazar

Armados con hojas, gusanos, un ciempiés, un caracol y hasta cebolla podrida, 24 alumnos del colegio Can Cantó disfrutaron ayer de todo lo que esconde el Movilab, instalado hasta hoy en Vara de Rey. «Yo he traído cosas raras», explicaba Sabina con una especie de hoja seca en la mano. Mientras, sus compañeros se esforzaban en decir que ciencias era, obviamente, su asignatura favorita. «A mí me gustan las mates y saco de nota excelente», decía Pablo. «A mi me gusta la ciencia cuando explota», comentaba con seguridad Ana.

Una vez dentro del laboratorio ambulante ubicado en el trailer de un camión, los alumnos de 4º de Can Cantó se dividieron en dos grupos para poder participar en las dos actividades propuestas; una relacionada con la luz y la otra con la posibilidad de observar todo tipo de elementos ampliados. Azúcar moreno, liquen, la cabeza de una libélula, una polilla, arena de playa y un ciempiés, fueron colocados en las lupas binoculares del MOVILAB. Uno a uno, los pequeños científicos fueron pasando por los distintos puestos y las reacciones no se hicieron esperar. «¡Qué asco! Me da muchísimo repelús», fueron los comentarios más repetidos. Algunos de los escolares se echaban hacia atrás dando un respingo. «No puedo ni mirar», decía una niña.

«La cabeza de la libélula tienen en uno de sus ojos, 30.000 ojos», explicaba Mónica, una de las monitoras de laboratorio móvil.

Ayer, además de los estudiantes de Can Cantó, también fueron los del colegio Santa Gertrudis, Sa Graduada, Consolación y Santísima Trinidad, además de los estudiantes de tercer curso del IES Algarb.

Mañana, el Movilab se traslada a Formentera.