S u look 'mayo del 68', propio de los 'rojos' de toda la vida (barba tupida, fuma tabaco negro, lleva gafas y vestimenta informal) no ha cambiado a lo largo de los últimos años. Pero sí lo ha hecho su forma de expresarse, mucho más prudente desde que fue nombrado conseller de Política Territorial para hacerse cargo de una de las responsabilidades más complejas que existen en esta isla y que quita y pone presidentes: el territorio. Entonces dejó de ser el vehemente e incendiario parlamentario de la oposición al que todos estábamos acostumbrados (aquel que solía calificar al PP de «franquista» o «Gestapo» y que no ahorraba adjetivos a la hora de referirse a Matutes durante el conflicto de las carreteras) para adaptarse comedidamente a un puesto en el que ha tenido que lidiar y reunirse con propietarios enfadados, alcaldes del Partido Popular, arquitectos y constructores. Ahora, tras su marcha del Consell, que él dice que ha sido pactada con el presidente pero que Tarrés califica de dimisión, deja amigos fieles, pero sobre todo muchos enemigos, en parte azuzados por las malas lenguas que le han convertido en el gran cabeza de turco de esta crisis en la que todos son culpables.

Sus detractores aseguran que ha intentado imponer un modelo territorial que no contenta a nadie y controlar Eivissa pel Canvi, contribuyendo de forma decisiva a la ruptura de la coalición. Ha recibido muchas críticas por parte del PP, pero sin duda las que más daño han hecho son las que han llegado desde sus propios socios. Ni desde el PSOE ni desde ERC se han 'cortado' a la hora de arremeter públicamente contra su labor. De hecho, hay quien dice que como conseller ha tenido una excelente relación personal con el alcalde de Sant Joan, Antoni Marí Marí, Carraca, del PP, al que intentó ayudar en su planeamiento urbanístico. En cambio, se ha llevado mucho peor con alguien en teoría mucho más cercano ideológicamente: el alcalde de Sant Josep, Josep Marí Ribas, Agustinet, del PSOE. Será que a veces la química personal es más importante que las ideas políticas.

Sus defensores aseguran que es una persona muy trabajadora (una 'hormiguita', dicen) y muy constante, honesta, leal y fiel a sus principios. De hecho, en los últimos días no se ha cansado de repetir que la modificación que proponía para el Plan Territorial era «muy modesta», porque a él le hubiera gustado ir más allá pero se ha tenido que ajustar a los acuerdos con sus socios.

Lo cierto es que, entre una cosa y otra, Ramon lleva toda la vida en política, aunque prácticamente todo el tiempo en la oposición. Empezó en esto dos años antes de que Franco muriera, en la clandestinidad, y fue concejal de Vila ya en el año 79. Desde entonces ha compaginado su vida pública con la privada, en la que trabajaba como delineante. Durante muchos años estuvo en segunda fila, hasta el año 99, en la que empezó como diputado, que es cuando se dedicó exclusivamente a la política, una ocupación con la que prácticamente ha acabado su vida laboral.

Ramon es una figura controvertida, al que quizás pocos conocen realmente no se sabe si porque es tímido o introvertido. Muy respetuoso con la prensa, entre la clase política despierta pasiones y odios y, desde luego, no deja indiferente. En los últimos días, el PP lo ha calificado de talibán y terrorista urbanístico. Incluso algún socialista sorpresivamente lamentaba su comunismo. Lo más probable es que se haya equivocado en muchas cosas en estos tres años, pero si es así, estos días lo ha pagado. Unos días en los que ha demostrado ser una persona sensible, que no ha tenido reparos en mostrar la decepción que le ha generado toda esta situación. Amante de los viajes, del cine y del teatro (él mismo fue actor de algunas obras), ahora suponemos que podrá dedicarse a todo ello. Desde luego actividades mucho más agradecidas que ser conseller de urbanismo.