Una crisis con su pareja desencadenó que esta salmantina de nacimiento (1953) viniera a Eivissa. «La isla me llamó», dice. Las cosas se arreglaron con Jesús, su marido, y se instalaron en Eivissa donde nacieron sus tres hijos. De eso ya hace más de 35 años. «Me siento muy orgullosa de mi familia», dice. Su cuarto apellido es Torijano y junto con Traspas, el cuarto de su marido, da nombre a los dos comercios que regentan en Dalt Vila. Vive en este barrio, en la calle Mayor, desde hace 27 años. Lleva 18 años en la Federación de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos, es voluntaria de Protección Civil y una de las familias fundadoras de la asociación Amigos del Medieval. Desde que Eivissa es Patrimonio de la Humanidad, cada Navidad monta junto a su familia un belén con figuras negras y que se puede ver desde la calle.

-Con todo lo que le gusta el movimiento asociativo ¿No concibe en su vida una tarde de domingo en el sofá?

-Sí, sobre todo en domingo. Me encanta estar en casa sin moverme pero la verdad es que sí, que nos movemos mucho.

-¿Qué es más difícil: llevar una tienda de souvenirs en Eivissa o lidiar con los padres?

-Más que con los padres, con los políticos. No lidiamos mucho con los padres porque, con lo mal que tenemos la educación, no hay mucha participación. Es cuando peor se tiene. La federación tampoco se ha movido en estos últimos cuatro años. Igual puede ser porque los políticos no nos han querido para nada. La época en la que he sentido yo que hemos tenido más unión es con la época del Pacte cuando estaba Toni Marí en Educación pero ahora nada de nada.

-¿La FAPA es más de izquierdas que de derechas?

-Claro, si no no tedríamos a nuestros hijos en los colegios públicos aunque yo nunca me lo he planteado. Hasta los 40 años no he sabido posicionarme.

-¿Qué pasó a los 40 años para que se posicionara?

-Tenía un poco más de tiempo, empecé a leer más y a mirar más lo que pasa alrededor. Hasta esos años uno piensa más en lo que pasa en tu trabajo y en esos años es cuando empiezas a ver un poco.

-¿Se considera una privilegiada por vivir en Dalt Vila?

-Sí, ha sido un privilegio buscado. No estamos allí de casualidad.

-¿Es consciente de que es la envidia de toda Eivissa?

-La envidia no lo sé, porque no me gusta pensar que sea la envidia pero buena envidia, sí. Vivo en Dalt Vila desde hace 27 años y en aquella época había gente que se iba.

-¿Cómo fue eso de irse a vivir a Dalt Vila?

-Teníamos allí la primera tienda y nos enteramos de que había posibilidad de comprar la casa y un local que había al lado. Queríamos estar junto a nuestros niños y pensamos que si teníamos la casas al lado podíamos estar con ellos y seguir trabajando.

-¿Se consideran bien avenidos los pocos vecinos que hay en Dalt Vila?

-No, de los cuatro o cinco que vivimos en la calle con tres ni nos saludamos.

-¿El belén que montan cada Navidad no sirve para apaciguar los ánimos?

-El belén sirve para decir que todos somos iguales, que no hace falta tener ninguna creencia religiosa, que han nacido personas con buena fé y para ayudar a los demás. A mis hijos se les ha inculcado el amor a Jesucristo pero no tengo nada que ver con la Iglesia. No creo que si Cristo viviera hoy iría de la mano de la Iglesia.

-¿Y que le dice la gente del belén?

-El año pasado lo estaba montando mi marido y un hombre de color se asomó a la puerta, estaba muy sorprendido que fuera negro. El chico era americano y nos dijo que en América era impensable un belén negro. Estuvo haciendo fotos.

-¿Qué falta en Dalt Vila?

-Ahora en invierno sube mucho la gente a pasear en Dalt Vila y creo que faltan unos servicios públicos. Cuando subes y llegas a la Plaza de la Catedral , ¿donde vas? No hay ni agua ni un baño.

-¿Va a la Misa del Gallo?

-No, ahora no.

-¿Ha pensado regresar a Salamanca?

-No, no. Cuando piso las piedras por Dalt Vila sé que es mi sitio, mi tierra. No soy nada viajera, llevo 10 años sin salir de Eivissa porque no tengo ninguna necesidad. Sé que este sitio es mío. Siento muy dentro la tierra. Le he dicho a mis hijos que cuando muera que me incineren y arrojen mis cenizas por las murallas o Dalt Vila.