Joan Ramon Boned le compró los terrenos en los que poco tiempo después construiría la Taberna Can Pilot a un vecino. Eran las tierras de la finca de Ca na Poua y pertenecían a Talaias, con quien Boned llegó a un acuerdo. Can Pilot fue uno de los primeros bares que arrancaron en el pueblo de Sant Rafel. Ocurría en 1949. El edificio que alberga a Can Pilot lo construyó Joan Ramon con sus propias manos ya que, además, se dedicaba a la construcción. El de la construcción, pero también el de salinero fueron dos oficios que le permitieron a Boned ahorrar unas pesetas para hacerse con los citados terrenos.
El bar abría cada día y, aunque mayoritariamente ofrecía bebidas, también disponía de magdalenas y buñuelos por si sus clientes deseaban saborearlos. Sus parroquianos, que generalmente eran la gente del pueblo, acudían a jugar a las cartas y, sobre todo, en las fiestas de Sant Rafel. Sin embargo, cuando más acudían los vecinos de otros municipios era los domingos, que era el día que tocaba «cortejar a las damas más deseadas de Sant Rafel; era lo que se estilaba en la época», recuerda el hijo de Joan Ramon Boned, Joan Ramon Serra.
Sin duda, uno de los acontecimientos más destacados que tuvieron lugar en la primera etapa de Can Pilot fue, según Ramon, la adquisición por parte de su padre de la primera televisión del pueblo. «Era una Iberia y fue en 1961. Fue algo increíble, recuerdo que venía toda la gente del pueblo y por más que miraban al televisor no asimilaban aquel nuevo invento. Aquello fue un 'boom'».
En 1968, Joan Ramon Boned elaboró una lista con los precios de la época, en pesetas, de los productos que se ofertaban en Can Pilot. Resulta muy curioso recordar que en 1968 tomarse un coñac Fundador costaba cinco pesetas y si era Escarchado diez; un anís Marí Mayans cinco de las antiguas pesetas y una Coca Cola siete. En el caso de los champagnes los precios se disparaban desde las 60 pesetas que valía la botella de Rondel hasta las 100 que costaba la de Codorniu.
Can Pilot se cerró en 1970, «quizás porque mi padre sacaba más dinero construyendo casas que en el bar», supone hoy el hijo de Joan Ramon Boned.
No fue hasta 1989 cuando Joan Ramon Serra heredó el establecimiento y decidió ponerlo en marcha con su mujer, Carmen Ribas. «Empezamos a abrir por las fiestas patronales de Sant Rafel a beneficio del equipo de fútbol sala y vimos que a la gente le gustaba venir, e incluso algunos clientes nos animaban a que volviéramos a abrir el bar», destaca. En aquellos años, recuerda Carmen Ribas, «no teníamos una carta determinada, ofrecíamos bocadillos, tapas y montaditos que elegían los propios clientes».

El Asador
Hoy en día, si algo caracteriza el menú que ofrece Can Pilot, son sus chuletones de buey a la brasa, que son su plato estrella. «La idea, se nos ocurrió en Jerez, fuimos como otros años porque somos muy aficionados a las motos y allí había un asador que presentaba los platos en estos hornillos, y de ahí sacamos la idea porque nos gustó mucho», revive Ramón Serra.
«Fue muy curioso -dice Ribas- porque cuando pusimos la idea del asador en marcha tuvimos que elegir qué carne nos gustaba más para servirla en Can Pilot y finalmente nos decantamos por una carne de chuletón danesa que nos gustó mucho. Cuando volvimos a aquél asador de Jerez estuvimos hablando con el dueño y, casualmente, habíamos elegido la misma carne que servían ellos. Se ve que se nos quedó tanto el sabor, que elegimos exactamente el mismo», comparte todavía sorprendida Carmen Ribas.
La idea del asador, reconoce con orgullo el matrimonio, «fue un auténtico acierto porque no había mucha oferta de este tipo de cocina en Eivissa, y mucho menos en Sant Rafel. Sigue viniendo mucha gente a probarlos y nos dicen que aparecemos en muchas guías turísticas». Quizás por ese motivo entre los clientes de Can Pilot hay muchos personajes famosos, como el modelo Marc Vanderloo «que esta semana mismo ha estado comiendo aquí, y por cierto es muy simpático. También viene mucho el piloto italiano Valentino Rossi y actores españoles de conocidas series».
En cuanto al futuro de Can Pilot, sus actuales dueños, que todavía son jóvenes, ya tienen claro que será uno de sus hijos, quien también responde al nombre de Joan Ramon y que en verano ya atiende a las brasas, quien continúe con el negocio familiar en lo que supondrá la tercera generación familiar dedicada a Can Pilot.

«Los famosos prefieren que no les hagamos caso»
Joan Ramon y Carmen Ribas prefieren guardar el anonimato de muchos de sus clientes que, aseguran, son personajes muy reconocidos y famosos. «Son habituales y preferimos no citar sus nombres porque vienen muy a menudo», explican.
Según Ribas, muchos de los famosos acuden los primeros días temerosos de que se les vaya a abordar con preguntas, autógrafos y fotografías, «sin embargo cuando se dan cuenta de que no les hacemos más caso del necesario para servirles la mesa, vuelven buscándonos para saludarnos de un modo muy amable». Es una conducta que según la propietaria de Can Pilot ya han repetido varias de las personalidades que han elegido su restaurante para ir a comer y pertenecen al mundo del estrellato.