Rose, como la conocen en el hospital, siempre tiene una sonrisa en la cara

A las 16:53:09 de la tarde del 12 de enero de 2010 un terremoto de una magnitud de 7,0 grados devastó Haití. El seismo causó un efecto terrible en este país, considerado como el más pobre de América Latina.

Y si alguién sufrió más que nadie este destrozo en Eivissa, fue la médico residente de Can Misses Rosemariette Dassas. Esta aspirante a médico de familia tiene a su madre, hermanos y sobrinos allí, y pasó por momento de mucha angustia.

Sin embargo, a pesar de tener que lamentar la muerte de su cuñado, prefiere quedarse con el lado positivo «de que en mi familia están prácticamente todos vivos y que, además, mi madre superó momentos muy duros en los que estuvo en la calle muy enferma». Algo a lo que le ha ayudado el carácter de los haitianos, «siempre buscando la alegría y siempre agradeciendo y perdonando».

Aún así, no duda en críticar la situación del proceso de reconstrucción que se está dando en su país un año después. «Si me preguntas, te diré que todo lo que se está viendo desde fuera es verdad, y que la ayuda no llega lo suficiente, sobre todo por la mala organización de unos y de otros».

Además, es partidaria de que las ayudas que se den «sirvan para que los ciudadanos puedan reconstruir su país, porque lo que no necesitamos es que nos den el pescado sino que alguien nos enseñe a pescar».

Por eso, aunque lleva más de diez años fuera de su país, tras pasar por Cuba y por Barcelona, ve el futuro de su país con el optimismo que le da ver «la alegría de la gente y su fé, sobre todo entre los más pobres, que siguen creyendo que Dios se va acordar de nosotros para ayudarnos».

Por eso, es partidaria de disfrutar de «las pequeñas cosas de la vida, como hacen allí, donde los niños son felices con muy poquito». Algo que asegura que le han inculcado desde que pequeña y que intenta aplicar a su día a día, buscando siempre la felicidad en su interior y no en su exterior. Y para ello, se muestra como una firme partidaria de seguir confiando en las personas, porque «hasta el diablo en el infierno tiene su lado más tierno».