Imagen del Santo Cristo Yacente.

Centenares de fieles se dieron cita ayer en Santa Eulària y Vila para presenciar dos de los actos más importantes de la Semana Santa ibicenca: el Via Crucis viviente y la procesión del Santo Entierro, respectivamente. Por la mañana, la representación más fiel del calvario de Cristo hasta la crucifixión reunió a vecinos, fieles y turistas en el camino hacia el Puig de Missa. Ya por la tarde, la cita estaba en Dalt Vila, donde media hora antes de la procesión ya se podía apreciar el gentío reunido en la plaza de la Catedral a la espera de la salida de la primera imagen. Y tanto a primera hora como a última de la jornada, la lluvia respetó una de las citas más importantes en el calendario cristiano. Aún así, no faltaron algunos precavidos que sujetaban sus paragüas en la mano o bien los guardaban bolso. Y si bien la lluvia no cayó, el viento sí que sopló y provocó el apagón de cirios llevados por nazarenos y fieles que se unieron a la vigilia con sus velas.

Con cámaras en la mano para no perder detalle, los fieles grabaron la aparición de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder por la puerta de la Catedral para, una vez subida a hombros de los costaleros, romper en el primero de los múltiples aplausos que recibieron todos los costaleros y costaleras al subir las imágenes a sus hombros debido al gran esfuerzo y energía que demostraron en todo momento. Ya desde el principio del paso procesional, los fieles empezaron a mostrar sus sentimientos y a llorar por quienes veneran. Unos metros más allá, la Agrupación Musical Nuestra Señora de los Dolores acompañaba con marchas procesionales el paso del Jesús del Gran Poder, que recibió comentarios muy positivos sobre la evolución del paso en sí desde que procesionara por primera vez en 2008.

Una de las principales características de la procesión del Santo Entierro de este año es la distancia que guardaron las seis cofradías de Vila entre sus imágenes, pues al principio de la comitiva procesional, concretamente en la calle Mayor, la sensación general que existía entre quienes observaban fue que las imágenes estaban muy separadas entre sí.

La siguiente imagen en aparecer fue el Cristo Cautivo de la cofradía Santo Cristo de la Agonía que participó en esta procesión por segundo año consecutivo. Detrás de él, la imagen titular de esta cofradía: el Santo Cristo de la Agonía cuyos costaleros estaban debajo de la misma. «Vamos a echarle corazón, señores, que hay mucho arte ahí debajo», fue uno de tantos gritos de ánimo que los mismos cofrades e incluso quienes miraban la procesión daban a los costaleros y nazarenos que participaron en ella. A hombros de 20 costaleras, Nuestra Señora de la Esperanza empezó a recorrer las angostas calles de Dalt Vila con paso firme y seguro.

A medida que iban pasando las imágenes, el público congregado en las calles del casco antiguo guardaba silencio en señal de respeto por los pasos y quienes participaban en ellos. Eso sí, hubo quienes no dudaron en comer pipas, hablar por teléfono, beber cerveza y refrescos y hablar en voz alta según iba sucediendo el Santo Entierro.

Mientras Nuestra Señora de la Piedad recorría las primeras calles, en el antiguo Ayuntamiento de Vila el Ecce Homo y el Santísimo Cristo del Cementerio, imagen titular que da nombre a esta cofradía, se preparaban para encabezar el Santo Entierro hasta su final.

Uno de los rasgos a destacar, que no pasó inadvertido para muchos de los asistentes, fue la precisión de todos los pasos que daban los costaleros y costaleras, al mismo tiempo que el público destacó la lentitud de los pasos procesionales. A las diez y cuarto de la noche, la cofradía Santísimo Cristo del Cementerio bajaba por la calle San Salvador mientras las cofradías de Nuestra Señora de los Dolores y Santísimo Cristo Yacente empezaban el recorrido procesional.

Con un manto de silencio y aroma de incienso, la procesión del Santo Entierro fue discurriendo por las calles de Dalt Vila bajo la mirada de sorpresa de los niños que admiraban los capirotes en primera fila y recibían de manos de algunos nazarenos caramelos como señal de agradecimiento por haber ido a ver la procesión en compañía de sus familiares. A esto se sumaron los cofrades que decidieron procesionar descalzos para cumplir promesas y a los que se unieron muchos fieles que se despojaron de su calzado para vivir con más dedicación que nunca el paso de sus imágenes.

La dedicación de los cofrades y costaleros para que todo saliera bien quedó patente cuando se produjeron momentos tan delicados como el paso de las imágenes por el Portal de ses Taules, pues los costaleros tuvieron que agacharse para no dañar las tallas.

Pasadas las once de la noche, el Santo Entierro llegó al Mercat Vell donde continuó su recorrido por las calles hasta bien entrada la noche para regresar cada cofradía a sus respectivas parroquias.