Miguel Gallego es un joven madrileño afincado en Eivissa desde el año 2004 que se define como «alguien al que le gusta crear». Algo que hace a través de la escultura de animales construidos con madera y materiales reciclados que luego vende en el mercadillo de Las Dalias.

Sin embargo no siempre fue así, ya que este joven de sonrisa permanente fue halconero del aeropuerto y monitor de esquí acuático antes de que un día decidiera cambiar su vida y dedicarse a algo que «realmente le llenase en su vida».

Un don desde pequeño

Así aprovechando que «tenía un don para esculpir desde que de pequeño hice un muñeco de plastilina en el colegio», decidió que por ahí podía ir su camino. Decidió irse al embarcadero, coger sus primeras maderas y hacer sus primeras creaciones, «un pájaro llamado Torcuato hecho a través de una rama muy grande que le regalé a mi mejor amigo, y un lagarto de nombre Jooo-3».

Desde entonces ha ido haciendo todo tipo de animales, aunque estuvo tres o cuatro años trabajando en otras cosas.

Normalmente es capaz de hacer cualquier especie aunque Luis asegura que se decanta más por los «reptiles porque los lagartos son mis preferidos y porque para hacer algunos mamíferos, como los leones o los elefantes, es mucho más difícil darles volumen con la madera, aunque ese es mi próximo reto».

De momento, su taller de la carretera de Sant Josep está lleno de maderas y materiales reciclados que parece imposible que se puedan convertir en figuras que parecen salidas de los dibujos animados. De todos ellos destaca sobre manera un pequeño perro que tiene hasta el más mínimo detalle; un camaleón captado en el preciso instante de comerse una mosca; o un avestruz enorme que es más grande que el propio Luis.

Todos tienen un elemento en común: los materiales reciclados como cabos, cables o trajes de buzo, y la madera, que, según su artista, «está viva, la conozco muy bien, y además es muy flexible y muy agradecida».