El pleno de constitución del Ayuntamiento de Formentera que automáticamente se convierte en el Consell, se vivió con una tensión de bajo rendimiento. Como las bombillas de bajo consumo. Porque aunque no lo pareciera ahí estaba todo, guardadito, controlado y las sonrisas de algunos parecían los estereotipos de los anuncios de dentífricos al uso. Mucha dentadura, rictus sugerente, pero ojeras por todos lados. La factura de intensas deliberaciones para cerrar un pacto que parece lejos de ser una realidad. Porque nadie tiene claro aún cómo terminará el asunto, si por asunto se llama, de forma eufemística y banal a algo que no lo es, un pacto que garantice un gobierno estable en esta legislatura. Y los protagonistas eran conscientes de que la historia no ha hecho más que empezar.
El lenguaje corporal no era de lo 'más mejor' que dirían los castizos. Estaban los que iban de sobrados y los que no entendían mucho de lo que pasaba, y eso dentro de los propios consellers que tenían que jurar su cargo. Más de uno tenía la duda de si meter su papeleta en la urna sería como una bomba, afortunadamente no fue así. Todo programado, organizado. Antes del pleno los partidos políticos se agrupaban en distintas mesas del Bar Centro, atalaya privilegiada de cuanto sucede en la isla, y afición con afición, mucha camisa blanca pero poca esperanza para llevarle la contraria a Ana Belén, que no estaba, conste. Y si de vestimentas hablamos, mejor no hablar, porque alguno/a se vistió de 'evento' y cantaba como un rayo y aunque no hubo corbatas, eso es bueno y obvio en Formentera, algunos atavíos eran simplemente mejorables.
En estos casos hay buen ambiente y cuando un conseller que repite cargo entra en la sala y se oye un 'papi' repetido hasta la saciedad uno no sabe quién lo pasa peor, el papi o la mami que en primera fila de la sala intenta acallar al retoño que finalmente debe ser desalojado, pero no por la fuerza, por la madre que se siente violenta ante la situación. Y es que las dos primeras filas estaban reservadas a padres, madres, hijos, esposas, novias y otras denominaciones de parentescos familiares, y detrás, apiñados, los vitoreadores devotos. Lo cierto que los aplausos fueron, en todo momento, unánimes, no había por qué silbar aunque en casa más de uno hubiera lamentado no haberlo hecho. Tiene guasa que justamente, y por eso de la mesa de edad fuera Hilari Ferrer, del PSOE, el que tuviera que entregar la vara de alcalde a Jaume Ferrer de GxF, partidos que andan a la greña con el pacto. Lo grave, curioso o lo que fuere es que Hilari Ferrer dejó la mesa de edad tras proclamar a Jaume Ferrer como alcalde sin entregarle la vara símbolo del poder. Las malas lenguas funcionaron de inmediato señalando que eso era porque el pacto teórico entre ambos partidos de momento ni es pacto ni es ná.