Un vendedor intenta convencer a unos posibles clientes. | ROCIO MARTINEZ

Los vemos mañana, tarde y noche. En centros urbanos, parques y playas. Venden desde gafas de sol hasta fruta, pasando por pareos, relojes, collares o tangas. Los vendedores ambulantes vienen de todas partes del mundo para tratar de llevarse el pan a la boca, bajo el riesgo constante de ser multados por la policía.

Muchos creen que deberían legalizar estas actividades, mientras que otros están más que hartos de su presencia. ¿Cómo conviven vendedores, clientes, comerciantes y policías en tres playas de la isla?

Talamanca, tranquila

Pasan minutos de las doce de la mañana y empieza una actividad frenética en la playa. Entre ocho y nueve vendedores rondan entre las hamacas para llamar la atención de los turistas -y posibles clientes-.
Merche, camarera en la playa dice que «hay demasiada venta ambulante, la gente está cansada y muchas veces les agobian». Puntúa que el principal motivo por el que está en contra de los vendedores ambulantes es que les quitan dinero a los comercios que sí pagan impuestos.
Por su parte, un vendedor africano dice que en Talamanca no suele haber problemas con la policía, y que «los restaurantes y trabajadores de la playa se portan muy bien con nosotros».
La mayoría de los turistas compran alguna cosa, aún así, creen que es excesivo el numero de vendedores que hay, acaban un poco agobiados.

Platja d'en Bossa, viva

Aquí la cosa cambia. Se trata de una de las playas de Eivissa donde más fiesta hay, y donde se juntan los intereses de muchos -o tan solo algunos-. La zona cercana al 'Bora Bora' y alrededores, parece que los vendedores ambulantes no se atreven a ir. Pero tampoco se ve policía vigilando.
El dueño de un bar de la zona afirma que son ellos los que se encargan de disipar a los vendedores, ya que en muchas ocasiones molestan a sus clientes. «Entiendo que quieran ganar dinero, pero lo que no puedo hacer es perder el mío por su culpa», dice.
Dos turistas inglesas, que acaban de comprarse un pareo cada una, no entienden cómo la policía va detrás de «estos pobres chicos», existiendo cosas tan importantes como robos o drogas.
Por su parte, Luis, madrileño, confiesa que «en varias ocasiones me han llegado a despertar de la hamaca para venderme algo». Dice también que está cansado de los vendedores ambulantes, y que como en Eivissa, en ningún sitio había visto tantos.«Deberíamos poder pagar una tasa para que nuestro trabajo sea legal», afirma una extremeña que vende frutas.

Ses Salines, el caos

La comparación entre ses Salines y un 'Todo a 100 al aire libre' resulta muy evidente. Es una de las playas más ocupadas de Eivissa, y donde hay más cantidad de vendedores ambulantes por metro cuadrado.
Una mujer africana cuenta que, en lo que va de verano, le han requisado sus productos en más de dos ocasiones. «Me lo devuelven si pago la multas, pero son demasiado elevadas, entre 100 y 300€, para mi casi imposibles de pagar».
María, una turista de la península cuenta que no le molestan en absoluto, aunque cree que hay demasiados vendedores y deberían regularlo. «A veces te llegan a agobiar, pero me parece que es una forma mucho más digna que otras de ganar dinero», añade.
En Ses Salines parece que 'todo vale'. A los vendedores se les juntan los relaciones públicas de las discotecas, -que montan shows y espectáculos para llamar la atención-, y paparazzis en busca de famosos. Y, una vez más, el control policial y la regulación de todos estos grupos, escasea. Con todo esto, o te acostumbras al ambiente de la playa o lo único que te queda es marcharte a otra.
La situación de los vendedores ambulantes puede legalizarse o no pero, mientras tanto, tendrán que ir con cuidado para que la policía no les vuelva a 'cazar'.

Escasa presencia policial y buenos sistemas de alerta

En las playas visitadas, no se ve gran cantidad de policías vigilando a los vendedores, sino más bien todo lo contrario. Sí se puede ver presencia momentania de muchos de ellos, pero no siempre requisan el material a los vendedores. «Nosotros vendemos y si vemos que se acerca algún policía se lo decimos a nuestros compañeros y nos vamos», afirma un vendedor africano. Un compañero suyo cuenta que muchas veces la policía «nos ve pero no hace nada». Siempre estan preparados por si tienen que correr al grito de ¡agua!

Gafas de sol, relojes, pareos y fruta 'buena-bonita-barata'

En la playa podemos comprar todo tipo de productos, -hasta los que nunca nos imaginaríamos-, pero no todos venden lo msmo. Por un lado hay mayoritariamente africanos, que suelen vender de todo un poco: gafas, relojes, collares, sombreros, etc. La 'Ley Sinde' aquí parece no tener sentido, ya que constantemente venden CD's y películas de todo tipo. No sólo vemos estos productos. Chicas jóvenede cualquier nacionalidad venden ropa femenina para aquellas que 'no se lo hayan puesto todo'. Pero en sus maletas de viaje traen también biquinis, faldas, botas y todo tipo de collares y pulseras. Por último, no nos podemos olvidar de los españoles, ya sean ibicencos o peninsulares. Son especialistas en vender fruta de todo tipo y refrescos. Pasean con sus neveritas bajo el famoso lema del '¡bueno-bonito-barato!'.