El peregrino Àlvaro Antonio se convirtió en uno de los protagonistas del día de San Lorenzo | ROCIO MARTINEZ

El día grande de Sant Llorenç tuvo ayer un sorprendente protagonista. Fue Àlvaro Antonio, un peregrino asturiano que sin quererlo le quitó protagonismo a las muchas autoridades que acudieron hasta el pueblo para participar en la misa, discurrir en la procesión y disfrutar con la muestra de ball pagès, las orelletes y los bunyols.

No en vano este hombre de aspecto tranquilo acaparó durante buena parte de la mañana las miradas conquistando a todos ellos con su amabilidad y su mensaje «de paz, esperanza y alegría».

Después, Àlvaro, acostumbrado a recorrer largas distancias puesto que estuvo seis años caminando desde Asturias a Roma, emprendió discretamente con su mochila a cuestas y su cruz hecha de con dos finos troncos de madera camino de regreso hacia Vila, previo paso por Sant Rafel y Santa Gertrudis.

Juntos de procesión

Tras ello la 'normalidad' volvió a apoderarse del día grande de Sant Llorenç con la salida del santo en una procesión en la que participaron el obispo de Eivissa y Formentera, Vicente Juan Segura, el president del Consell, Vicent Serra, y Marienna Sánchez-Jáuregui, Vicent Marí, y Antoni Marí, Carraca, alcaldes de Vila, Santa Eulària y Sant Joan respectivamente.

Tras el breve recorrido por la zona cercana a la iglesia parroquial del municipio se celebró la tradicional muestra de ball pagès, que en esta ocasión corrió a cargo de la Colla de Sant Joan de Llabritja.

Una vez más las exhibiciones de bailes como sa llarga y sa curta volvieron a ser de los más aplaudidos entre los cerca de 250 personas que soportaron el intenso calor que reinaba en la plaza de Sant Lorenç.

Por eso, el momento de refrescar las gargantas con vi pagès y llenar el estómago con las orelletes y los bunyols fue también uno de los momentos más celebrados entre los vecinos, que tras contemplar el desfile de carros de caballos que hay en todas las fiestas patronales de Eivissa, se marcharon a casa preguntándose aún quién era ese señor tan curioso que había aparecido en la plaza de Sant Llorenç con una mochila y una cruz.