Imagen del bar Can Rafal, ubicado en el barrio de la Marina. | EVA MEDINA

Un grupo de comerciantes del barrio de la Marina estudian contratar un servicio privado de vigilancia financiado por ellos mismos para frenar «la avalancha de robos sufridos en la zona».
Se trata de una iniciativa que nace de los responsables de unos diez comercios del barrio, ante los hurtos que han vivido en las últimas tres semanas, al menos, cuatro establecimientos.
La propuesta se hace extensiva a todos los comercios de la zona, unos 60 aproximadamente, a través de un escrito que se encuentra en el bar Can Rafal desde la semana pasada, y al que ya se han adherido con sus firmas «entre 20 y 25» comerciantes.
Así lo aseguró ayer Toni Roselló, propietario de la Inmobiliaria Antonio Roselló Ibiza, uno de los precursores de la propuesta. Según explicó, la mayoría de los robos están ocurriendo de madrugada, cuando cierra el Teatro Pereyra, y el barrio «se queda sin movimiento ni paso de gente». «En ese momento es cuando [los ladrones] tienen más manga ancha y más margen de actuación», agregó Roselló.

Movimiento de «gente rara»

Como primera medida, los comerciantes ya se han reunido con el concejal de Comercio de Vila, Ignacio Rodrigo, quien ha expresado el compromiso de la administración de reforzar la vigilancia policial en horario nocturno, entre las 4,30 y las 8,00 horas, y también durante toda la noche del domingo, días y horarios en los que está cerrado el Teatro Pereyra, y en los que «parece ser que se están cometiendo la mayoría de los delitos», explica en el escrito.
Además, según el comerciante, Vila estudia la posibilidad de instalar cámaras de vídeo vigilancia, una propuesta que ha despertado el interés de los comerciantes, y sobre la que esperan tener respuesta esta misma semana.
Aún así, una vez concluida la reunión con Rodrigo, y aunque Roselló destaca que «hay muy buena predisposición por parte del Ayuntamiento, se ha valorado la idea de contratar seguridad privada disuasoria porque la realidad es que nos está entrando», destacó.
«Hay movimiento de gente rara y el ambiente del barrio en invierno no es el mejor. Por eso estamos barajando la posibilidad mediante una recogida de firmas, para saber quién está dispuesto a contratar un servicio paralelo a lo que sería la propia seguridad de la administración», destacó el comerciante, y detalló que la función de este servicio estaría destinada a avisar a los cuerpos de seguridad en caso de emergencia en la zona.
El escrito permanecerá en Can Rafal durante las próximas dos semanas, «para informar al resto del vecindario».
Según reza la propuesta, «se está presupuestando a través de varias compañías de seguridad la viabilidad legal» para ejecutar este proyecto y, «en principio sería que entre todos los comerciantes financiásemos dicho servicio con un coste orientativo de 30 euros por comercio mensual, siempre y cuando la gran mayoría de comerciantes apoyase esta iniciativa», agrega.
En definitiva, esta decisión, según Roselló, obedece al hecho de que «el barrio se está degradando bastante». «Mucha de la gente que pasa por aquí ahora en invierno no pasa a comprar. Se ve gente rarísima mirando los comercios, que están más localizados que localizados. Ves que pasan a controlar y aprovechan el fin de semana o la madrugada para actuar. Hay un grupo de gente rara... y es que se les ve», agregó.

Roselló: «Es una situación inherente al invierno de Eivissa»

Según detalló el comerciante, además de las pérdidas por el género robado, los hurtos también provocan daños en los establecimientos. «Han roto con un hacha un escaparate de una joyería de la zona, y a mí, a título personal, me han forzado la puerta», explicó.
Según el comerciante, «es una situación que es inherente al invierno de Eivissa» ya que «no solamente tenemos estos problemas en este barrio». «Lo que pasa es que hay gente que ahora no tiene nada que hacer, y como no hay dinero, en zonas que están más desprotegidas o hay menos tránsito de gente, a la mínima aprovechan y hacen lo que quieren», agregó.
Según insistió el comerciante, los robos coinciden con el cierre del bar. «Mientras el Pereyra aguanta y hay gente fumando en la terraza parece que se cortan un poquito, pero cuando cierra y como no hay tanta policía en invierno, pasa lo que pasa», concluyó.