La iglesia de Sant Francesc Xavier, la capital de Formentera, es un ejemplo de iglesia fortificada propio de la época en que se construyó, en el primer tercio del siglo XVIII y por eso presenta una característica absolutamente única respecto al resto de las iglesias de las Pitiüses, su puerta esta forrada exteriormente por planchas de hierro para hacerla inexpugnable.
Pese a que exteriormente parece una puerta doble con forma curvada como el arco superior, la puerta está formada por dos grandes hojas rectangulares de cerca de tres metros de altura, está blindada con un total de 26 placas de hierro en la hoja de la izquierda y 27 placas en la derecha, placas sujetas al armazón interior de madera con unos grandes clavos igualmente de hierro.
Si las condiciones climatológicas, lluvia, viento, sol, frío han castigado la puerta en general, donde más se nota es en los lugares en que los clavos sujetan las placas a la madera ya que ahí el óxido ha actuado concienzudamente haciendo desaparecer casi por completo la placa. El trabajo realizado hace nueve años por la restauradora ibicenca, María José Escandell, suprimiendo las capas superficiales de óxido, permitió recuperar algunos elementos que habían desaparecido por completo, la mayoría de los cuales están en la hoja izquierda de la puerta.
El que presenta mayor dificultad de difícil observación es una cruz grabada a media altura, mientras que un poco más abajo se aprecia perfectamente el cuño o sello del artesano herrero encargado de la colocación de las placas. Asimismo alrededor del ojo de la cerradura se distingue un dibujo romboidal que hasta ahora pasaba totalmente desapercibido. En la puerta de la derecha las marcas más notables son el agujero en el que estuvo la argolla o pomo de la puerta y al que finalmente se dotó de una argolla imitación de las propias de la época, pero lo más curioso y que tiene más de leyenda que de otra cosa, son unas marcas que tienen un origen totalmente distinto ya que una serie de huellas horizontales denotan que fue violentamente golpeada, probablemente con una hacha, causando unos grandes surcos en el metal. De todas maneras no hay referencia histórica a dicho origen aunque la tradición popular indica que fueron hechas a hachazos.
La iglesia fortificada se inició en mayo de 1726 tras haber autorizado el obispo Manuel de Samaniego su construcción ya que la única iglesia existente en la isla, sa Tanca Vella, era absolutamente insuficiente para albergar a los fieles. La solemne inauguración tuvo lugar en 1738. En los archivos aparecen numerosas referencias a la construcción de esta iglesia, pero destacan dos en concreto, una fechada en 1729 en la que se indica que Sebastià Sorà vendió tres quintales y tres libras de hierro a razón de 4 piezas de 8 y 2 reales de plata, para la iglesia de Sant Francesc, que el historiador Joan Marí Cardona no duda en relacionar con el blindaje de la puerta. La otra referencia es de un año más tarde, 1730, en la que se especifica que Pere Ferrer de Jaume recibió «una quartera d'ordi pel treball de transportar unas taulas desde lo torrent de la Alga per la porta de la Yglesia que es la nova». Ambos detalles permiten suponer que la puerta estuvo terminada mucho antes que la propia iglesia.

Restauración compleja
La restauradora María José Escandell, fue la encargada en 2003 de llevar a cabo la rehabilitación de la puerta de la iglesia de Sant Francesc Xavier, tareas financiadas por la conselleria de Cultura del entonces Consell d'Eivissa i Formentera, y el coste de los mismos fue ligeramente superior a los 5.900 euros. Los trabajos habían sido adjudicados al equipo multidisciplinar Posidonea. Las planchas de hierro presentaban un fuerte escamamiento debido a la oxidación, explicó la restauradora en su día, y mostraba una pérdida importante de grosor en determinados puntos como los utilizados con clavos para sujetar las placas al armazón de madera. En la actualidad incluso han desaparecido algunos de los clavos y en otros se puede comprobar que la madera se degrada paulatinamente. Quizás lo más importante es el daño que se observa en el frontal izquierdo y en la parte inferior donde se ha abierto un importante boquete entre dos planchas de hierro e incluso la madera está desgastada.