Claro Llorente, con una de sus obras más divertidas,la Torre Eiffel de Paris sobresaliendo entre las piernas de una mujer. | Mónica González

Claro Llorente asegura con una tímida sonrisa que «es un pelmazo» porque no para de repetir las cosas. Sin embargo, este hombre de 96 años es mucho más, ya que además de ser, posiblemente, uno de los pintores más veteranos que hay en toda España, es un gran luchador con una tremenda historia detrás.

«Empecé con esta afición cuando me jubilé tras haber trabajado de delineante técnico proyectista en Burgos durante 50 años, y desde entonces no he parado de pintar hasta tener más de cincuenta cuadros», afirma este madrileño del Puente de Vallecas que reside actualmente en el Complejo para Mayores Santa Eulària.

Es en este lugar donde han expuesto ya tres veces sus cuadros y donde tiene gran parte de su colección. «Muchas de mis obras las tengo en mi habitación, que es donde trabajo y donde guardo una gran cantidad, aunque ahora como acaban de recoger mi última muestra lo tengo todo un poco desordenado», afirma este veterano pintor con una gran sonrisa.

Sin embargo, sus obras también han viajado lejos de Eivissa, ya que asegura con orgullo que parte de sus cuadros han viajado por toda España, América y Europa. Y eso que Claro se niega a vender ninguna de sus creaciones, porque «sólo pinto para entretenerme y regalárselos a visitantes, amigos y a todo el que le gusten mis cuadros».

Actualmente su colección abarca más de cincuenta cuadros, de todos los tamaños, entre los que hay de todo, desde acuarelas y acrílicos, con retratos, animales, marinas, paisajes, o edificios como el último que ha realizado dedicado a la Catedral de Burgos.

Burgos, tierra prometida

Precisamente, esta ciudad es considerada por Claro como su tierra prometida. «A ella acudí cuando salí de la cárcel tras ser detenido en Navafría en el año 1938 cuando era sanitario en el bando republicano durante la Guerra Civil, y allí trabajé durante cincuenta años como delineante», explica con los ojos envueltos en cierta nostalgia.
Un tiempo que le dio para mucho. Además de conocer a su mujer y nacer una de sus hijas, también luchó intensamente para conseguir que viera la luz el Colegio de Delineantes y que este gremio tuviera sus propios derechos.

Y es que la vida de Claro siempre se ha caracterizado por ser la de un luchador. Sin embargo, ahora asegura haber encontrado la calma entre los pinceles, «intentando sacar partido a todo lo que pasa por mis ojos, gracias a mis años de trabajo como dibujante, y de la que mi familia se siente muy orgulloso».

Por eso, tras terminar la entrevista, Claro Llorente, a sus 96 años, decide quedarse en su habitación para pensar en su próxima obra siempre fiel a una frase que no para de repetir: «Nunca dejes para mañana lo que puedas hacer hoy».