El momento del fallecimiento de Jesucristo fue uno de los más emocionantes de la mañana..

Señor Dios Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Y dicho esto, Jesucristo falleció en la cruz, ante la atenta mirada de varios centenares de visitantes que prácticamente no cabían en la entrada del Puig de Missa de Santa Eulària.

Y es que si estuviéramos hablando de televisión, éste sería seguro el minuto de mayor audiencia en este vía crucis viviente que cada vez siguen más personas. Algo que es posible gracias al trabajo de los cerca de 30 miembros de la Banda de Cornetas y Tambores de Santa Eulària, que cuando llegan estas fechas se convierten en actores ‘amateurs’ de gran nivel tras llevar ensayando más de un mes y medio.

Así, un año más no faltó de nada, desde el beso de Judas Iscariote en el Huerto de los Olivos a un Jesucristo, interpretado como viene siendo habitual por Jesús Ángel Ramos, al verdugo, los cinco soldados romanos, Verónica y su pañuelo con la Santa Faz, Simón el Cirineo o la Virgen María, en el papel de una mujer destrozada por la muerte terrible de su hijo en la cruz.

Todo ello en un recorrido dónde hubo momentos de gran intensidad dramática como las tres caídas, el momento en el que Verónica limpia el sudor a Jesucristo, la detención de El Cirineo en su huerto para ayudar a cargar la cruz, o la consabida crucifixión en la Plaza de Lepanto, bajo las desgarradas tonadas «¡Oh, la saeta, el cantar al Cristo de los gitanos, siempre con sangre en las manos, siempre por desenclavar!», de la saeta que popularizó Antonio Machado.

Tras ello, la figura inerte, ante los cientos de flashes de un lugar cada año más abarrotado, fue trasladado en procesión hasta la iglesia, donde el párroco de Santa Eulària, Vicent Ribas, presidió una pequeña ceremonia en la que se produjo la última y definitiva estación, en la que Jesucristo es sepultado, dejando atrás una representación que cada vez pone el listón más alto.