La fiesta contó con más de veinte stands en los que el público pudo degustar platos típicos y escuchar música tradicional de todos los rincones del mundo. | Guillermo Romaní

Un año más la fiesta intercultural de Formentera, que celebraba ayer su décima edición, es un ejemplo de participación e integración entre las numerosas nacionalidades que conviven en la isla y de la amplia panoplia de comunidades autónomas presentes en Formentera.
Entre países y comunidades autónomas se superaron la veintena de stands en los que el público asistente pudo degustar las especialidades típicas de los países que presentan una gastronomía muy distinta a la española o formenterense.
Cierto es que el hecho de que por primera vez se cobraran cuatro euros por persona, niños gratis, para asistir a la fiesta que siempre había sido gratuita, retrajo al público que no fue tan numeroso como en ediciones anteriores, pero música y comida hubo para todos los asistentes y para todos los gustos.
Los brasileños prepararon sarapatel, caldo de feijao, docinhos e salgandihnos, los ecuatorianos hicieron caldo de mangeras y budín típico, los dominicanos se marcaron moro de habichuelas, macarrones gratinados y carne guisada y los peruanos sus típicos anticuchos y el célebre ají de gallina.
Colombia, Chile y Paraguay presentaron tamales, chicha, empanadas, guacamole y los paraguayos se esforzaron con sus chipa de almidón, empanada de mandioca, kabure, chicharrón juiti y otros manejares que rivalizaron con las propuestas de Indonesia con su arroz frito con pinchos de pollo y salsa de cacahuete, el típico rissoto italiano. la tocanita de patatas rumana con carne ahumada, el cous-cous marroquí o las variedades alemanas de nombres casi impronunciables.
En el terreno español flamenquines andaluces, migas y embutidos extremeños, oreja, moro y chorizo con patata a la gallega, los típicos calçots con romesco catalanes y la caldereta de cordero castellano manchegas sin olvidar a la paella mixta típica de Formentera con sus correspondientes bunyols de postre.
La fiesta fue un verdadero desenfreno de gustos y sabores en los que unos descubrían sabores inéditos y otros veían cómo combinar de una manera totalmente diferente los mismo ingredientes que usaban a diario.
En la cuestión musical, más de lo mismo: gaiteros gallegos, baile flamenco, pericón argentino y tangos, ball pagés a cargo de la colla es Xacoters de la isla, cueca, tejedora y baile a la banda chilenos, cumbia, merengue y salsa para reventar la jornada.
Si el día había comenzado incierto con una bruma baja, una neblina húmeda que no pronosticaba un día idóneo, sí lo fue para los cocineros por cuanto cuando finalmente escamparon nubes y calimas, el sol cayó de pleno sobre los que en esos momentos ya comenzaban a comer mientras los que estaban en los fogones habían prácticamente acabado su tarea.